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P. Eusebio Villanueva Cada año, durante una semana, se reencuentran los cristianos, se congratulan, oran juntos... Aunque menos por estas tierras de «contrarreformas» ... Después la vida retoma sus rutinas... El Ecumenismo en estos momentos está en un «callejón oscuro» ... de involución. Pero, ¿por qué no hacer todo el año tarea de Unidad? No solo entre algunos iniciados y concientizados, sino de nuevo y en la conciencia popular... La plegaria última de Cristo: «QUE TODOS SEAN UNO», se ha cumplido ciertamente en Jesús. Y no me– nos cierto que abara tenemos que hacerla nosotros y entre nosotros... Realizarla, pero desde y con el Espíritu y en libertad. El Ecumenismo forma parte de esta dimen– sión del Espíritu y de nuestra libertad. El Ecumenismo este, es un movimiento característico del siglo XX. Tres aconteci– mientos han dado origen a este fuerte movimiento hacia la Unidad de los Cristianos, que nos pidió Jesús y que hemos roto en le pasado. Tres fuerzas de acercamiento en este siglo: En primer lugar el Ateísmo Militante o pensante en alza. Los cristianos han tenido que llegar a lo esencial del mensaje evangélico y por ello a encontrarse unos con otros. Por otra parte las jóvenes Iglesias de África y Asia, que han recibido el Evangelio de los misioneros europeos, no sienten al vivo las viejas querellas de nuestras Iglesias de aquí. Y buscan una apertura a la Unidad... desde el Tercer Mundo.. Y el Concilio Vaticano II ha abierto grandemente sus puertas a la reflexión y a la oración por esa Unidad. Así el diálogo Oriente-Occidente, Católicos y Ortodoxos con el encuentro de Pablo VI y el patriarca Atenágoras. Ese encuentro se tuvo, como signo, en Jerusalén, Madre de las Iglesias e imagen de la Iglesia Ultima, donde se retiran mutuamente las excomuniones entre Católicos y Ortodoxos... Los movimientos carismáticos han sido una enorme fuerza por la Unidad desde la oración y el encuentro en el Espíritu. Todo no está resuelto, pero se va haciendo camino... madurando en la fe y en el amor, bajo los impulsos del Espíritu siempre en le obra... Y entre dos extremos radica– les: los que viven como si no hubiera separación real y sin dar importancia a los de– más. Y los integristas y bloqueados en su «tradición», más que en la Tradición de la Iglesia Universal ... En todo caso el creyente no puede ser ya más un creyente tranqui– lo sobre esta necesidad de Unidad de las Iglesias. Algo muy presentes en la crisis de identidad de la fe de una buena parte de la juventud cristiana y en la religiosidad popular en los países pluriconfesionales. Lo que nos hace diferentes, nos ayuda a construir nuestra unidad. Dios ha hecho lo suyo ¿haremos nosotros lo nuestro? A mí se me ocurre ponerme hoy en oración al Señor pidiendo ayuda para hacer esa Unidad entre todos, con estos versos de un negro africano, tan ecuménicos: llamé a tu puerta, llamé a tu corazón, buscando reposo, buscando calor. ¿porqué rechazarme? ¡Abreme, hermano! ¿Por qué preguntarme si soy de África, de Asia, si soy de América, si soy de Europa? 276

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