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P. Eusebio Villanueva Y dentro de este mundo la gran marcha de los que quieren ayudar, amar de cualquiera de sus maneras y necesidades. Esta es la Esperanza grande... «Quiero misericordia y no sacrificios» nos decía Jesús. Y tantas veces tenemos tan poca misericordia con lo que sacrificamos en los altares de nuestras idolatrías egoístas... Por eso Dios mismo cuando venga, que venga no armado de balanzas de justicia, pero sí con toda la provisión de misericordia para que nos alcance... Felizmente Dios nunca comparece con rifle, no aprieta el Reglamento. Pero nos va a llenar de vergüenza este tiempo nuestro violento y sangrón para con la vida... Esta noche el Albergue no ha estado muy movido El día ha sido frío y cerró con lluvia. La noche ha sido su consecuencia... No era noche de faenar, sino de recogerse a puerto con luz. Por eso los de la intemperie habrán asegurado con tiempo dónde pasar la noche a cubierto. El Albergue está casi al completo en sus dormitorios. Son las 9'30 cuando llega a portería un joven-gafasnegras-pasamontañas. Un personaje curioso: práctico, lacónico, sin escrúpulos, tres esdrújulas y con esta 4 para definirle. Ya de entrada dice: - «vengo para dormir. Quiero una cama. Mañana me voy» ... Se le ve un talante muy capacitado para herir con la palabra. Pero haciéndose la paloma blanca... Ni se me ocurre contestar al tono y gesto. Hay que aprender a despilfarrar agravios por supuesto... Llamo a la Hermana, porque conoce bien el ambiente. Y efectivamente es un joven drogadicto muy conocido aquí. Con el que se ha luchado y ayudado para que haga el «Proyecto Hombre» de desintoxicación. No hay manera de hacer vida de él ... Hoy anda de cabotaje y no ha encontrado puerto seguro más que aquí. Se le da cama y se le conduce a su dormitorio... Me solicita de las ¡buenas noches! un par de cigarrillos para coger el sueño... Lo habrá cogido ... A las 1O h. se presenta otro joven drogui, conocido en nuestra geografía parroquial de San Antonio. Tampoco quiere este el desenganche de la adición. Tiene maneras más felinas para proveerse y salir de la carencia. Viene obediente porque piensa que trae las de perder. Me asegura que anda mal y de malas. Que no tiene dónde ir ni dónde caerse muerto. Está repostado, achicado, humildoso. Es casi un muchacho. Siento una enorme pena ante su imagen de ampárelo Dios. Le señalo la cama. A veces los veo a los pobres que son como un rezo sin esperanza... Cada uno lleva su cruz. Pero ¡qué diferencias! Unos la llevamos al cuello. Y otros a hombros. Y algunos con una cruz tan grande, que hubiera bastado para clavar allí al Nazareno y a ambos ladrones juntos... Este muchacho ha andado de pariente en pariente tratando de apaciguarse las penas. Ya nadie quiere ni palabra, ni promesa ni presencia de él. Se siente nadie y va de parroquia en institución de descuido en tirón ... solucionándose sus travesías... Le dejo en la paz del sueño y de la noche en una cama del dormitorio. Mañana volverá a sus caminos de ninguna parte, comiendo vendimias ambulantes y colgando su alma de una desesperación... La vida ya la siente mediomaldecida por Dios. Para él Dios puede ser un soplo o un huracán o «lo que el viento se llevó» ... Pero los que nos dan «piedras» en lugar de «pan» son los hombres... Así de descendido, de apeado, de poca-alma, se encuentra este muchacho... de recién vivir ya abusado. Entramos en el Domingo. Y es la 1'30 cuando reclaman a la puerta del Albergue. Abro y una figura de hombre hecha un «cristo». Imponía lástima a la primera ojeada. 270

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