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Las 5 llagas del Señor Sábado-Domingo: 15-16Enero 1994: GUAR– DIA DE NOCHE EN EL ALBERGUE E n el Hospital he tenido que hacer unas horas de suplencia. Y a las 6 de la tarde dejo el servicio. El edificio es ya un lugar caído en el crepúsculo. Es un decir puesto que ha empezado a llover a media tarde ya. Espero el Bus que me traslade hasta cerca del Albergue donde inicio la Guardia de noche... La lluvia y el vientecillo hacen impía la noche que nos envuelve. Tengo que esperar 15 minutos de inclemencia. Sí, la noche súbita del espacio nos rodeó. A través de los cristales llorones del Bus se ve cómo la noche llena los campos y los bosquecillos. Estamos hartos ya de lluvias... Pero el agua es necesaria. Los climatólogos nos dicen, y nos fiamos, que la tierra en sus adentros está seca de años escasos de lluvia y nieves y de que la lluvia de los cielos se «llovía» para arriba de maldición climática... Celebro la Eucaristía con las Hermanas. Ante el Señor de «todos igual» recordamos a todos estos hermanos con los que ellas, las Hermanas, comparten vicisitudes y alegrías, acogiendo sus penas y sus inseguridades Es el llorar y reir junto a estos hermanos de los caminos transeúntes... Es una especie de plegaria subterránea a lo largo de toda la liturgia de esta tarde. Para entrar en la comunión con el Depositario del amor para todos. Dios y el Pueblo y este «pueblecito» de los pobres y transeúntes de aquí me caben juntos aquí dentro... Fueron 25 años largos entre emigrantes, casi los 20 años obrero entre obreros, hoy con el corazón entre estos: los de la mano desnuda o los de la mano encarcelada, o los de la mano enferma... No tengo que sacarle a uno para darle sitio al otro. Dios y el Pueblo son, en la Historia, siameses de destino. En estas «5 llagas de mi Señor», sabe usted, es donde el pensamiento de uno y la Fe se forman más fuertes, que el poder del lugar... Pero este mundo nuestro está flagelado por las injusticias cometidas contra otros humanos más débiles, más frágiles: las pobrezas de todo signo, las guerras, las violencias a toda escala, el aborto y la eutanasia, la marginación de tantas malas maneras... Y además hemos hecho de la ética, de la moral, una jaula en la que Dios hace de periquito. A un pueblo no se le puede destruir, pero él sí puede suicidarse... 269

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