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Las 5 llagas del Señor desmesura y las gentes humanizan... la gritamulta... la tumultronada... las voces, los ruidos rodados... el correr de los niños por los patios del colegio... la vida. En los 7 pliegues del alma está el albergue de cada uno de los 7 pecados capitales... y hay que airearlos, zarandearlos, contrastarlos. Todos somos pobres, no por tener poco, sino por desear mucho... Los hombres arrodillándose ante las cosas. Las cosas que compran gente... Hay quien se vende y quien se alquila... La vida. El señor, que marcha en una silla de ruedas y cuya energía de tracción la pone él mismo... como los caracoles, es un disgusto grande y feo. No es para menos. Esta noche le han pinchado las ruedas en el corral. Con premeditación, alevosía y nocturnidad. Sus rencores suenan como «blasfemias» en templo vacío. Está desafinado y rascón. A veces puede pasar esto por los comidos de querellas. Pero luego pasa. Un compañero le está cambiando los neumáticos y engrasando su «deportivo». El sigue vivo de disgusto y amenazas sin «propósitos». Por gusto de marcar territorio: - «que ande con cuidado el que haya sido, que yo mato mejor que el «Viti». Y defunteo por poco motivo». Ha sido una mala faena, con toda la mala leche del mundo. Pues es su único medio de transporte, sus piernas mecanizadas de a poco... Con esta silla de ruedas sale por la ciudad a vivir y a ver vivir. Ciertamente no se debe acosar al hermano; esto se lee en las Santas Escrituras y en la Constitución de ca.da Pueblo. No son gente esta de venganza, pero en un repente pueden ser de desquitanza... Nosotros no podemos jamás medir, pesar, verdaderamente el sufrimiento de otro. Lo único que podemos es adivinarlo. Esas expresiones que se dicen:« ¡Ah!, yo me pongo en su lugar», no son más que embustes de buena voluntad. Los que sufren saben bien que su sufrimiento es incomunicable. Y que es escamotear el problema, pensar que uno puede ponerse en su lugar. Hay que ser «verdad» en el acercamien– to a esas personas... El sufrimiento por ahí es inmenso. No sabemos casi nunca de dónde viene y menos a dónde va. Pero Dios se preocupa del dolor de los hombres, por eso a nosotros nos envía a los demás para aliviarlo, para samaritanear por los caminos de la vida. Responderemos o no y esa será la frustración o la ayuda. Pero sólo El puede transfigurarlo en los que sufren y hacerlos positivos... Esta es también mi tarea además como «cura» y mi combate. Ayudar a ver las cosas no solamente bajo el aspecto técnico o sociológico o inhumano, sino también su contracara humana, positiva, en aquello en lo que está el sentido de la vida, y la fe, la intimidad con el Señor de los destinos definitivos. El centro del Evangelio no es una doctrina, sino una persona en un Ser sufriente. También en el sufrimiento uno llega a identificarse con el Cristo de los muchos dolores. Más, incluso la madurez humana y la adultez espiritual no son posibles sin el sufrimiento propio y en la comunión con el de los otros. El Cristianismo es la sola Religión de un Dios-Hombre sufriente. Todas las otras nos presentan un Dios autosuficiente, un Dios de perfección total y trascendente, solitario en su infinito inaccesible. El Dios cristiano ha dado su vida humana y compadece = padece con ... acompaña. Dios en su dimensión humanizada sufre con tu dolor y de tu dolor. Este es un gran mensaje cristiano a los enfermos... 267
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