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P. Eusebio Villanueva Miércoles: 12 Enero 1994: ALBERGUE H oy va a hacer un día como de preaviso a las cigüeñas para que se pongan en retorno. El cielo está barrido y agujereado de mil-millares de estrellas. La luna está en celo y escondida. Yo voy por las calles como un perro realengo, libre, a buen trote, callejero, pero no perdido. Me he retrasado, eso es todo. La mañana está fresca de escarcha y siento escalofríos en el perineo. Hay que volver a la abrigadora pana. Cuando llego los alberguistas ya salen del caliente desayuno. Hay satisfacciones en los rostros, porque se ha sosegado la pelea de los zarpazos dentro de la jaula de sus estómagos. Y, ahora, las prisas por irse a la calle, ¿a la vida?, a trabajar algunos la jornada de mendicidad disimulada, al médico otros, a la medicina del Bar los más... Necesitan abejear por entre los edificios, por las calles, llenar el día entre las dos comidas. Sentir motivada su vida de algo. Presiento que necesitan perderse de vista unos a otros. No verse en el «espejo» mutuo. Ser uno más entre la masa de ciudadanos, tan anónimamente reconfortable... He descubierto que para no amar– garse o dolerse menos, todo consiste en no sentirse, no verse, a sí mismos como el último. Mientras por las apariencias existan otros más destrozados, siempre se saca consuelo... Es como asomarse al exacto subsuelo del pozo y ver que todavía no se está abajo... Después de dar dos vueltas a la «meca» se me acerca uno ya conocido, afónico de cigarros, vinazo y fríos. Me pide dinero para sacar un billete en los ALSA: - «es para ir a Santander. Voy a ver un trabajo. Está cerca.» Yo sé que esto se soluciona con las Hermanas, que controlan. Y no es bueno dar limosna aquí. .. Le digo: - Muchacho, eso es un cuento bonito. Cerca también está la luna, depende como se mire. Y hace medio mes te dí en la calle para otro viaje fantasma... Y ya ves, hasta el sol de hoy... Somos de profesión comprendedores (que no siempre comprendemos bien) y nos equivocamos muchas veces. Pero, a ciencia cierta, no se puede colaborar así. Vale más alcohólico conocido, que borrachín anónimo. Le doy una cajetilla de «Ducados» para que entretenga las horas, y se larga olvidado de su Santander, la «novia del mar» ... 264

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