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P. Eusebio Villanueva en el entierro de aquella emigrante española y asturiana... Iba yo sólo, el cura. Terriblemente solo por la ausencia de todos los suyos. Con la cabeza y el corazón estallándome de preguntas... Y ella tenía hijos (¿hijos?) perdidos, ausentes, por la crueldad de los rencores y de cerrados reproches... Aquel día, impíamente, maldije a los hombres... Era la Navidad, pero un frío glacial me cerraba a la comprensión de tantos duros hijos... Y ¿cuántos «casos» antes? Y luego... y mañana... y siempre... Me duele ahora la soledad en la que dicen su adiós y mueren tantos ancianos en nuestros hospitales. Yo lo veo y me duele del asombro. Y me digo que el presente que a ellos les damos, es el futuro que a nosotros nos preparamos y merecemos... Y esto no es hacer de profeta, sino verlo venir de sabido. Que ya lo he visto llegar por ahí, donde los antepasados los hemos convertido en sólo deudos... Que para verlo no hay como mezclarse en la calle entre los hombres y escuchar con los ojos los lamentos de la vida y de los ancianos... Y por eso en estos días para ahondar en esta realidad nada mejor que las preguntas de tu propio corazón: ¿Dónde estarán mejor esos «viejos», que en el «seno» de su familia? No me refiero al mismo techo y número postal, sino al «entorno», al cariño y convivencia cuidadosa, a la visita ilusionada y agradecida por todo lo que ellos han sido y son en sus hijos... Sí. Yo lo he visto y doy fe. Bienaventurados aquellos ancianos que terminan siendo «hijos» de sus hijos, a su cuidado y cariño cuando ya no puedan valerse ellos. Esto es rizar el rizo del amor. Esto es terminar haciéndose carne de su propia carne. Esto es amor por amor, asunto de la propia sustancia de Dios... Pero ¿y los «otros»? ¿Los que estorban; los que no «rentan» ni valen; los que van muriendo a trechos de olvidos y desengaños; los de altamary sin gobernalle; los que están solos definitivos y aparcados por residencias ... ; los oleados y sacramentados? Hacen daño estas preguntas. Hay muchas excusas y algunas con mucho peso... Pero no olvidemos, al respondernos, aquella llamada del Papa Pablo VI «Somos llamados a exagerar el amor» ... Y, antes de terminar con las preguntas, ¿qué ejemplo de desamor estamos dando a las generaciones jóvenes, que están ahí mirando?. Navidad es para preguntarse y responderse con honradez. Para pensar también en las matemáticas de Dios: «quien más da más tiene», y «lo que se da por la puerta nos entra por la ventana» ... no hay mayor alegría que dar y darse» ... Necesitamos crear entre todos y desde el amor un mundo más respirable para todos. 238
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