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Las 5 llagas del Señor Nosotros, los eclesiásticos hablamos mucho de los pobres -de la causa da los pobres- del compartir y del servir... Cierto que somos también del servicio o ministerio de la Palabra, del rito y el Sacramento. ¡Cierto! Pero mi experiencia, -andando los años- es que sólo una pequeña leva baja a las aceras de la realidad, a la pobreza, a la marginación de todo tipo, a ponerse a servir sin más, a la «visitación» de María... Por eso nuestra palabra proclamada tiene tanto oleaje y tan poco arrastre. Por eso, también, nuestros juicios sobre este mundo de la miseria suelen estar sobrecargados de palabras duras y apreciaciones inmisericordes, que echan a las tinieblas exteriores... En todo caso, demasiado frecuentemente, les abandonamos a sus «miedos» de la vida, que son para tantos, su padre, su madre y su dios... Hasta que la muerte les abre su puerta. Abre y entran al asombro de un Padre que los ama, pero que nosotros los hombres hemos desviado la corriente de su amor. Pero este es el lenguaje que los hombres de hoy -y sobre todo los pobres entienden, el «estar ahí» en servicio. Es curioso. El ser humano acaso quiera más por lo que da, que por lo que recibe. Acaso valore más por el precio que «paga», que por la calidad de lo que adquiere. Es extraño, pero es. El Papa Pablo VI lo anunciaba, entramos en unos tiempos en que los hombres darán su credibilidad no a los maestros y a los predicadores, sino a los «testigos». Y «testigo», es una palabra antigua con sabor a entrega y sacrificio, oblación. Es el final de un ciclo histórico. La Pastoral del futuro tendrá que apoyarse en la táctica de Jesús: «VEN y VERAS» ... «HAZ eso y VIVIRAS,, ... «lo que HICIEREIS a uno de estos mis pequeños a MI me lo haceis» ... En serio, pero en «loco» [desbordado] como el Hermano de Asís, que se encontró hablando muy consecuente hasta a la flora y a la fauna... hermanos... Sabiduría y locura... Dios y Hombre... «Las ollas hierven por el fondo y no por la tapadera», decía una señora cansada de discursos, de sermones y de encíclicas; pero atenta al amor de tú a tú en el servicio fraterno. Y es que en cristiano «quien no vive para servir, no sirve para vivir». Porque lo otro ya es existencia mineralógica; ni siquiera vegetativa... Todo tan «cosa», tan lejos, tan inútil, tan inevitable... 23

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