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P. Eusebio Villanueva Todo escondido, más allá de las palabras. He ahí como Dios, sin una palabra, pone el mundo al revés. De ordinario el poderoso ordena, el rico manda, el listillo razona y engaña con palabras... Ellos no dejan de parlotear y planificar, el dale-que-dale de los proyectos, como quien lo viera. Y cada día es para ellos una víspera de su grandeza. Estos están ya muy grandotes para esperar un «Mesías» ... Niño, bebé, Dios no dice ni A ni B. El no ordena, no manda, no razona. Para el que quiera acercársele todo el aparato de poder y de astucia no sirve para nada. Es quincalla... Hay que comprometer su vida. Tomarle consigo. Arriesgar su existencia toda en una relación, apostando por la debilidad propia y la fuerza de El. Haciéndose pobre de por sí, sin tener poder de nada, ninguna soledad aislante. Vivir porque el aire es gratis y María don... y luego dejarle hacer a Dios. Que El nos llene desde su niñez mansa y suave de la cuna de Belén. Como el agüita de las grutas gluglutea solita y eficaz empapándolo todo...Y que El tire de nosotros, que nos «negocie» al Dios por uno... DIOS PROXIMO Los pastores no se han extrañado ante el Niño del portal y sus silencios. ¿Sabe usted lo que es el silencio? Uno mismo, porque el centro es El. Y la Palabra es El, hecha silencio de carne, de entrega, de enajenación, de ENCARNACION, de presencia... ¿Por qué extrañarnos hoy del silencio de Dios en nuestras vidas? Más bien debiéramos abrir los ojos y los oídos como los pastores de Belén. Dios se reconoce siempre en los mismos signos que entonces: el silencio, la presencia y la debilidad: es el modo de obrar Dios en nosotros, por ser infinitamente débil, es infinitamente fuerte. Se sirve de lo débil del mundo para confundir a lo «fuerte» ... Para que no quede duda de que con El todo lo puedes... Hoy, todavía, Dios está del mismo lado: del lado de los que no tienen voz, ni poder, ni influencia. Dios nació para nosotros todo debilidad, a nuestra altura, a nuestra latitud y a nuestra temperatura. Hombro con hombro. Sin establecer distancias, ni restricciones, ni protocolos. Clima de amistad y confianza. Y de seguridad, no por lo que nosotros podamos, sino por lo que El nos aporta. Por eso nos es necesario nacer a Dios, descubriendo su rostro en todos los que son como El: debilidad y desprendimiento... Sin este tenaz esfuerzo sobre nuestros apetitos de poderío y despilfarro, nuestras fiestas de Navidad no serán más que adulteración, ostentación y vacío, marketing de supermercados... La estrella del Portal es útil: ella nos recuerda que hay que buscar a Dios allí donde está: escondido, rechazado, anónimo, desprovisto. Sin la estrella, todo el mundo se habría equivocado buscando del lado de las «gentes-bien» y de los Palacios reales y Hoteles de 5 estrellas... En el establo no había más que una estrella: la que brilla en el corazón de los que buscan a Dios en sus hermanos, para adorarle y servirle, a El, el Altísimo, sirviéndoles a ellos... Y el éxtasis donde todo es siempre y todo es nunca, mientras la Comunión ocurre de tú a tú ... 222

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