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Las 5 llagas del Señor somos como los salmónidos, remontamos la corriente hacia donde hemos nacido y de lo que hemos sido hechos: de padre y madre, de luz, de paisaje, de temperatura, de altitud y de latitud... ¡de tantas cosas! Y las personas al envejecer vuelven a recordar sus primeros espacios y sus años adolescentes. De donde comenzó la cosa... ¿Por qué tendremos tanta complicación en aceptar ser niños? Nos crecemos, nos creemos los importantes, los fuertes, los interesantes... Nuestro verdadero y sólo problema es aprender a decir con todas las consecuencias: «Padre nuestro» ... Somos aprendices de la plegaria. Todo hombre está en búsqueda -sin saberlo- de esta boca abierta que pueda balbucir esas dos palabras de amparo, de no abandonarnos pues somos suyos... Y Dios nos responde «por el honor de mi nombre, Yo no te abandonaré JAMAS». «Porqué -dice Dios- me haces esa pregunta sin sentido de saber si Yo podría abandonarte». «Incluso si tu padre o tu madre te abandonasen, Yo, tu Dios, no te abandonaré jamás. Pues tú eres mi hijo, mi nacido de mí mismo. Y ahora eres tú el que manda y Yo soy tu servidor». Otra vez digo, el niño, el hijo, es el que manda. Para que seamos libres y amigos, Yo tu Dios, me hago niño. Y Yo dependo de tí, como dependía de María. Tú piensas que Yo podría dejarte caer. Tú puedes dejarme caer. Sé mi padre o mi madre, te lo suplico, Yo soy tu Dios– Niño y frágil. Yo mendigo a tus puertas. Yo, tu Dios, te suplico: escúchame... Pero nosotros con sorda respuesta nos decimos: cierra la puerta. No quiero oír mi infancia. Y nos vamos por ahí con nuestra poca vida pequeña. Cuando Dios lo que quería es colmarla. Por eso la Navidad es una vuelta, remontando la corriente, a nuestra fuente– infancia. Llegar hasta el fondo de nuestra infancia. Donde nuestra vida que tuvo un principio, ya no tendrá fin. Y donde el encuentro con Dios se abre al futuro: NAVIDAD. 1.-José María, vosotros, tomad vuestro tiempo. Nosotros, queremos comprenderlo todo, todo enseguida. Vosotros vais a Belén, hacia Jesús, el CRISTO Para parir de Dios. Vosotros vais en Exodo, traqueteados por las sacudidas de la ruta, zarandeados fatigados por los mismos pasos recomenzados. Pero vosotros marcháis, pacientes hasta el Portal. Enseñadnos a caminar al paso lento de vuestro asno, el ritmo la paciencia de Dios. 11.- Señor, ¡Eh! señor. Párate señor. Párate señora. Tómate tiempo, toma tu tiempo. 217

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