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Las 5 llagas del Señor La cárcel es más, mucho más que la privación de libertad. Ya lo he dicho en otra ocasión. Y la cárcel no termina con las puertas cerradas a la espalda del excarcelado el día de su salida. Sus consecuencias están dentro -la cárcel se lleva dentro- le anteceden «fuera» y le acompañan en su salida como principal bagaje. Consecuen– cias, tantas veces traumáticas, sobre su vida personal, familiar y social. Son ya para siempre, su sombra alargada, bajo sus pasos humanos... La prisión le ha ido creando una nueva cultura, una nueva sensibilidad, una nueva manera de ver y enfrentar la vida, una vida afectiva restringida, y hasta un nuevo destino. Se ha cambiado su «yo», cuando esta ha sido larga o reiterativa en sus reincidencias. Todo ha girado y se ha decidido en torno de él mismo. El ha sido un sujeto pasivo y callado, en todo caso domado, amaestrado por los «partes» ... Por ello muro impenetrable, sobre todo para los de fuera de su «medio» ... Tiene una prehistoria de familia, que le ha marcado su destino en buena parte. Al menos para una gran mayoría. La vida social que ha vivido, completa casi el resto. Y está la historia personal que él ha realizado. Y en prisión obligado a interrelacionarse con otros sentenciados... Más el peso doloroso de las consecuencias, que su destino, caen sobre los suyos no culpables, pues también ellos han quedado «sentenciados» en su propia sentencia. Todo esto sumado a su proceso coleccio– nista de rencores, constituye algo explosivo... Desde el día de su ingreso se sentirá como «un reloj parado». La creatividad y la solidaridad entre los internos le forzará a nuevas motivaciones y actitudes. O quedará en buena parte destruida o aplazada... La inseguridad se extenderá como un cielo plomizo sobre su cabeza. Pendien– te siempre de decisiones y destinos y cambios, que otros tomarán por él, sin él o contra él. .. El deterioro físico y sobre todo psíquico, la agresividad acumulada, sentimientos de abandono y deshecho, carácter y sentimientos de dureza... agresiones más o menos gratuitas del entorno de condenados... Pérdida de confianza y esperanza en sí y en las demás instituciones. Pérdida de fe en sí, en los demás y en Dios. Las tres corrupciones devastadoras y totales... Luego la preocupación familiar. La confianza o desconfianza de los suyos y en los suyos. La separación y posibles rupturas familiares: divorcio, infidelidad, sole– dad, afecto de los suyos, hijos etc... El aislamiento social de la familia. La agravación de los problemas familiares de todo tipo. Los gastos que ocasiona y los ingresos de que priva... La sentencia alcanza mucho más allá del condenado. La cárcel llega mucho, pero mucho más allá de sus muros. La condena del interno es también condena para los suyos inocentes... La realidad social de los internos también queda traumatizada. La condena coloca a estos presos ante una sociedad que los rechaza, los juzga y en muchas cosas los condena ya para siempre. El «status» de preso es ya una impronta imborrable, que los condiciona para muchos momentos... Son los «antecedentes penales». Siempre, aún después de cumplir la condena, será una losa que aplasta y una mancha a ocultar. Con la abolición de la «pena de muerte física» se ha afirmado más la «pena de muerte social». ¡Tantas veces al salir de la prisión se ha entrado en otra cárcel más inmensa, en el rechazo de los otros! Es la manera de lavarse las manos de esta sociedad nuestra hipócrita e irresponsable. Esta sociedad que es la causa 207
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