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Las 5 llagas del Señor Jueves: 16 Dic. 1993: ALBERGUE E I ventarrón de ayer ha hecho jornada continua. Se ha desbordado y desarbo lado a la noche y contra la mañana. La mar está francamente airada y flagelante. Se golpea brutalmente contra los muros del puerto y los machones. Las espumas caen sobre el paseo y la calzada. Me asombro unos momentos frente al espectáculo de esas olas tercas y poderosas en su llegar y sacudirse contra los contrafuertes. Su eterno afán diluviano... Un amanecer esponjado de humedad y lleno de la ausencia total de las gaviotas. El Albergue ha amanecido revuelto. Los del reuma arrastrando lo correspondien– te al dolor, como cosa ajena a su persona, pero mordiendo de a perros... Y los alérgicos al viento lunático arrastrando sus neuronas... Su mar interior tiene fuerte resaca de arrastre... Las privaciones y las durezas de la vida no pasan. Se han ido quedando ahí mismo. Se han acostado sobre sus pobres carnes y a su hora se despiertan y levantan agresivas. Y ya no se ausentan hasta que la muerte los separe sin anestesias ni contemplaciones. Los sufrimientos siguen trabajando y agrietando los cuerpos y las almas y los nombres. Anoche a un pobre hombre con una llaga en la pierna, tamaño de una mano, se le reventó una vena. Se iba en sangre, sin dolor y sin pausa. Dulcemente. Cuando lo advirtieron los compañeros, ya desbordaba de sangre la bota. Si le ocurre en la noche no amanece como un cristiano. Le taponaron con dos toallas en emergencia y para el Hospital. Allí ha quedado ingresado. Porque, además, tiene unas varices que lo hacen ver a Judas. Las varices, esos gusanos azules con nódulos, le trepan por la pantorrilla haciéndole llaga... Es otro de los buenos servicios del Albergue. Se trata de vigilar la salud de los albergados y que a su tiempo cumplan con las recetas y regímenes médicos. Entre esta gente hay una fatalista filosofía del «caminar» mientras el cuerpo aguante... Hay un abandono higiénico en parte comprensible. No siempre saben dónde y cuándo acudir. Y no siempre se encuentran ellos presentables. Y no siempre se les chequea o diagnostica. Aunque sí se les recete inocuidades; a ver si canta el «milagro» o el falleció por causas naturales. La Seguridad Social es suficiente para los que «la trabajan» y para las campañas electorales... Aquí los pobres no tienen «tierra», ni oficio ni beneficio... Gracias que los servicios caritativos ofrecen algunas posibilida- 201

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