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Las 5 llagas del Señor Miércoles: 15 Dic. 1993: ALBERGUE A las 8 h. de la mañana salgo a la calle Uría abrigado hasta los ojos. El Albergue está lejos. Media hora, un pie, otro pie, zancada tras zancada. Todo está obscuro y alargado de sombras junto a las farolas. La noche ha devorado el mundo y no quiere devolverlo... Miro al cielo. Está encapotado con capa española. Negra y amenazante como un miura. El rostro de la tierra obscurecido y suspendidos en el aire los hilos negros de la lluvia, que unen el cielo y la tierra. Estamos envueltos de invierno y la tierra tirita. La mayoría de los árboles están desnudos y sienten frío. Otros, bendecidos por Dios de hoja perenne, conservan intacto su volumen y prestancia... Y, cuando son pobres los hombres, sienten frío como los árboles sin hojas... La circulación es ya viva y rápida en algunas calles. Coches «pisados» que dan por seguro el instinto de conservación de los peatones... De las bocacalles vienen corrientes de frigorífico. Va a ser un día violento y sesgado, con vientos de halcones y fríos de Pajares. Y así pasará el entero día. Es Diciembre. En el comedor remolonean los alberguistas. No hay prisas. Colacao graso y galletas a repetir y fuera, la friolera antipobres... Dejar estar, pues. Zangolotean a distraídos y a pierde tiempos, como si hoy no tuvieran intención de la acera... Saludo a unos y a otros. Caras cerradas, como el tiempo. A la defensiva con monosílabos y silencios. ¿Nadie comprende a nadie? ¡Qué difícil llegar a compren– der a otro en el territorio de sus adentros! Incluso entre los «hermanos» en la fe. Y casi imposible cuando te sitúas ante esas personas a quienes se les ha cerrado a portazos sus puertas y ventanas. Se les ha quitado la voz, porque también se les despojó de la escucha y atención a sus personas. Más de una vez hemos tenido esa sensación de haber hecho un trecho de camino con alguien, sin realmente entrado y dejado entrar en la verdad interior de cada uno. «No es lo que yo pensaba» nos decimos y se dicen. Cierto, una mirada, una sonrisa, no es más que una invitación a abrir la puerta a otro. La comprensión no se tiene de entrada. Diferente de nosotros, el otro ha de ser conocido por las palabras que dice, los actos que él realiza y que no siempre le expresan. No solamente hay que saber «leer», a veces hay que «traducir». Así, ¿cómo adivinar que la violencia de alguien, es el sentimiento de su inseguridad 199

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