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P. Eusebio Villanueva mo y porque hay algo que el ser humano va incorporando a sus vivencias en cada época y porque va creando nuevos sentidos y valores a las cosas... Ciertamente también por su bella estética decorativa... Y quizá llegue a equipararse al «belén» humanísimo y evocador... De todos modos, toda tierra es «iglesia» y todo bosque es «sagrado» y santuario. Siempre. Y esto es por algo muy profundo... El árbol de Navidad con su luminosidad artificial, las sorpresas que cuelgan de sus ramas, puede responder tan bien a la idea de la «vida perenne» y a la gratuidad... y gratitud. Un Mesías fabuloso de dones y prosperidades... Esos árboles que van repo– blando por unos días las casas, las plazas y las avenidas de nuestras ciudades, para muchos tiene y puede tener ciertamente, el recuerdo de una familia que se reúne a celebrar su vida en la del Dios hecho Hombre. Y puede y debe ser símbolo de frutos ofrecidos, desprendidos, de compartir en deseos de felicidad bajo sus ramas y su calor en la Noche de Navidad. Cierto, y, por ello, ¡Bienvenido el árbol! Peor es, y ahí está, ese otro brochazo decorativo y ensoñador de estos días: la «Lotería» de Navidad. Es inmensamente menos cristiano y, sin embargo, tiene «kiosko» en Parroquias y Cofradías. A este «ya símbolo» pagano de Navidad, se le hace acogida y publicidad en comercios y sacristías, tableros de iglesias, despachos y entidades de todo tipo... La Lotería de Navidad, pisoteando el acontecimiento más inefable de la Historia, da un aire a estas Fiestas de rabioso materialismo. Incluso sus «billetes de esperanza» e ilusiones está chafando, sustituyendo, la otra esperanza. Y, encima, se nos presenta «religiosamente» con escenas del «Belén» en su estampado. El «Adviento», en muchísimos cristianos, es un suspirar, un anhelar codicioso, el nacimiento del «Gordo» en sus manos sedientas del dios-dinero. Meterse un fajo de millones en el costadillo de su corazón ... Y, acabar de paso, con el estigma de la pobreza, tan degradante para su escala de valores y aspiraciones. Esta decoración es anti-Navidad y por ello antifranciscana. Y sin embargo ahí está devorando fe y defecando frustración y envidia a los desafortunados... Para muchos esta es la «navidad», el nacimiento esperado. Y esos días a quienes no han sido acariciados ni por la «cerrada pedrea», la Navidad les queda como frustrada, vacía, decepcionada. «Otro año será» ... La entrañable Navidad se va así desangelada, fría y un año más... He aquí, una vez más la sociedad de consumo «consumiendo» y descarnando al hombre. iHe aquí! Y lo peor que puede sucedemos con la Navidad-Hoy es quedarnos en este decorado de «fiesta». Que sea una entrega perdida por el camino... Aquí, en el Albergue, a pesar de todo, será una Navidad más auténtica, más pobre, más del Evangelio aquél. .. El decorado y clima cristiano de pobreza y desprendimien– to, en el compartir de los que aportarán con éstos Josés y Marías; si no tan buenos, si tan desvalidos como aquellos de Belén, tan «no hubo sitio» en la ciudad ... Unos gru– pos de jóvenes voluntarios sumarán la alegría y los cantos de un festival ciudadano, como los «ángeles de la noche» por los alrededores... El «belén pobre» del Albergue con la Familia pobre de Belén, con los Hermanos pobres y con las Hermanas pobres Terciarias Capuchinas... Lograr desde abajo lo que Dios alcanzó desde arriba: la síntesis de Belén: Dios y Hombre en pobreza, en hechura humana y en el transeuntismo de la vida y de la historia humana... En el comedor del Albergue ya comienza también a ambientarse la Navidad. Pero su mejor «clima» son estas gentes del camino de su particular «belén». Bajo las dispo– siciones políticas de todos los César Augusto de turno. Con su «no hubo sitio» para 190

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