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P. Eusebio Villanueva Sábado-Domingo: 4-5 Dic. 1993: GUARDIA DE NOCHE EN EL ALBERGUE oy he salido tarde de casa. La predicación en la Novena me ha retenido. No celebraré con las Hermanas en el Albergue. Son las 8'45 cuando me pongo en camino y con prisas. Voy dando zancadas y cruzando por atajos... A las 9'15 hacía la entrada en el Albergue. Panorama inhabitual en la portería. Fuera el coche de la Policía con las portezuelas abiertas, oreándose de feos olores. La puerta del Albergue abierta también y dentro todo un espectáculo gratuito. Han traído al atípico mendigo ya conocido de tantas escenas. Viene como va siempre el pobre: sucio, meado, borracho, hecho una lamentable calamidad ... Agresivo desde lo profundo de su inconsciente, dando voces inarticuladas, insultando a la policía que se están lavando las manos del pringue. Ha mordido al portero en una mano hasta hacerle sangre. Este está intranquilo: «no fuera que tuviera rabia o sida, que de eso no se alivia ni Dios Padre» ... dice... El personal está más callado que los Diputados de la legislatura franquista, y otros más escondidos que los piratas bucaneros en el mar de los sargazos. Pero uno se engalló con los policías reprochándoles que lo traigan: «no deja dormir a nadie en toda la noche». Cierto que bocea, canturrea, cabreos con personas imaginarias. Todo un espectáculo bochornoso y para los durmientes-que son todos- insoportable. Sí, ¿pero qué hacer? La policía cumple con su deber. En los dormitorios no quiere entrar. En las instituciones lo rechazan. Apago las luces de los patios y él sigue canturreando y gritando... como si se le escapara el cielo. A las 1O de la noche llega una señora, ya conocida, buscando cama. Desde la estación de la Rente la policía la ha enviado al Albergue. Todo arreglado inmediata– mente. Es fácil cuando uno tiene tanto de nada y nada de tanto. Es de buen acomodar... Me temo una noche tormentosa. El paisano sigue tumbado en el banco y de allí no piensa moverse. Le pongo dos mantas encima a ver si con el calor se adormila. Pero ni por esas, sigue berreando como un «xiatu». La borrachera a estos no les duerme, les cabrea y les aupa los decibelios... Lo que no quisiera es que me exija abrirle la puerta para irse. Lo tendría que hacer y él no se tiene en pie. Uno que viene de la sala TV con enfado me propone echarlo a 174

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