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P. Eusebio Villanueva Miércoles: 1 Dic. 1993: ALBERGUE L os días se han arrugado y las noches se han estirado. Son las 8 h. de la mañana y aún es de noche. El alumbrado público está en servicio. Las gentes caminan con sus ojos a medio abrir. Bien encerrados dentro de sus vestimentas de invierno. Hay frío, humedad y sueño no satisfecho, no consumido. Llueve mansamente y me voy arrimado a las fachadas. Yo camino hacia el Albergue ligero de espíritu y cantando por los adentros. Canto mal, pero canto mucho, y esto deja de ser una desdicha... Me excuso apelando a mi música interior... Es curioso, cómo los primeros ruidos de la mañana se perciben mejor que durante la jornada. Será que el aire tiene el alma limpia a esas horas de amanecida, de descansada... A mi llegada al albergue, la noticia del día. Uno de los habituales del Albergue, que toma medicamentos fuertes, llegó a noche con una sobredosis de alcohol elevada. Enseguida entró en coma-etílico. Llevado urgentemente al hospital han logrado salvarle del responso final. Felizmente que al llegar al albergue no se metió en cama. Esta mañana le hubiéramos encontrado tieso como una bacalada noruega... ¡ Es tan sumamente frágil la salud de muchos de estos hermanos!. Otro, sufre pérdida de equilibrio y le cuesta enormemente superar las crisis. Las gripes y catarros les caen como a sementera en los tiempos de cambios bruscos en las temperaturas. A otro, también habrá que visitarlo en el hospital. .. Esto da a meditar con más vastedad de horizonte y anchura de fe. Bíblicamente la palabra «visitar» tiene dos sentidos: espiar y reunirse. Jesús mismo debía saber esto, porque después de su Resurrección decía siempre con anticipación «la paz sea con vosotros» cuando «visitaba a sus discípulos atrancados». Nada de miedos, es una reunión y soy Yo no un espía perseguidor. Habrá que hacer siempre atención, que una «visita» no sea una intrusión, una miniagresión, una inspección, un espiar la vida del otro... Cuando Dios visita a Sara, es para prometerla un hijo. Ella rió. Esa visita la ha serenado. Cuando Jesús hace una visita de duelo a Naím, es para resucitar al hijo de la viuda. Visitar en El es «responder», encontrar, remediar; nunca inspeccionar... Es necesario que toda visita haga nacer o renacer. Lucas nos dice en su Evangelio: «La misericordiosa ternura de nuestro Dios nos trae sin cesar de lo alto la «visita» del Sol naciente» ( Lc.1, 78) Este versículo casi nunca se le cita. 168
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