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P. Eusebio Villanueva 5.- No cometerás distracciones que puedan aumentar mis sufrimientos. 6.- No matarás mi esperanza con las prisas, las chapuzas, la incapacidad, la indelicadeza, el enfado o la impaciencia. 7.- Me considerarás un todo. Y tú estarás «todo» en aquello que haces. 8.- No profanarás tu corazón con el pensamiento del dinero. 9.- Desearás ardientemente mi curación. Métete bien en la cabeza que estoy enfermo con deseo de sanar lo más pronto posible. 10.- No dudarás en compartir mis angustias y sufrimientos. Cuando no puedas quitarme el dolor, al menos, compártelo. ...y cuando hayas hecho todo aquello que debes hacer, cuando hayas sido lo que debes ser, cuando no hayas retrocedido ante ninguna tarea pesada ni ante ningún trabajo repugnante... , no olvides darme las gracias. Visito una enferma. Es una anciana de pelo blanco y ojos dulces. La encuentro agotada. Me ruega que pida por ella. Vamos a pedir los dos juntos a Dios. Saca su mano derecha y la mantiene extendida, la cojo con mi mano izquierda y oramos manos juntas. Eso es juntar las manos para orar. La ancianita se sonríe y se siente mejor. Es una dulzura de señora, presiento que el Padre se la va a llevar con El y darla definitivamente toda la Vida. Está madura de Dios y de sus muchos años azules como sus ojos. Otra anciana se encuentra triste y sola. Me dice que desea morir en casa. Llora desoladamente. Mojo mis dedos en sus lágrimas y trazo una cruz sobre su frente. Sonríe y se siente más animada. La digo que las lágrimas de una persona anciana son el agua más bendita que hay en la tierra y que cuando se le viertan las lágrimas, se acuerde de hoy, y se santigüe con ellas. Ya verá «abuelita» como se sentirá con más fuerzas. Me promete hacerlo y rezarle un Padrenuestro a Dios como hoy. ¡Qué bien se celebra la Misa en esta Capilla del hospital pensando en los enfermos!. Hay 4 personas solamente. Pero todo el hospital está dentro junto a El. Y luego el servicio de las comuniones por las habitaciones a las 7'30 de la tarde. La comunión llevada a las habitaciones es poco recogida por la presencia de los visitantes rezagados de otros enfermos. Es más difícil crear intimidad. Me gustaría poderlo hacer con tranquilidad y en privado. Es una ocasión hermosa para el consuelo y el aliento de «dentro» y de arriba... Un señor que visito está afónico y es ya mayor. Yo le digo que hay «alguien» que tiene un oído tan fino que nos oye hablar en el corazón. Me contesta con una voz musitada: - «Sí, ya lo sé... yo sé quién es El» ... Visito las plantas, deteniéndome con aquellos que se encuentran peor y hablando con el familiar que les hace acompañamiento. A una señora la preparo con los sacramentos. Se encuentra muy agitada. Posiblemente tendré que acudir esta noche para el responso final. Al final me retiro a esperar... Como una inmensa paz cae sobre el hospital. Pero por los pasillos a estas horas de las 11 se oye el jadeo de los cuerpos y la respiración de las almas. Para algunos acaso «pase un ángel» esta noche... También estoy descubriendo bajo mi caparazón de justiciero un otro eusebio menos conocido para mí... Quizás las vivencias de mi pasado, largas y diversas, y la piedad humana saquen a flote ese otro continente que todos llevamos bajo las aguas. Ciertamente este mi trabajo en el hospital me está haciendo mucho bien. Otra conversión bajo otros signos y orientaciones... Siento una serena alegría cada vez 166
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