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P. Eusebio Villanueva Lunes: 29-30 Nov. 1993: CAPELLANIAEN EL HOSPITAL A las 9 h. de la mañana comienzo mis 24 horas seguidas de servicio en el Hospital. El Capellán saliente me informa de la situación y me entrega la lista de los más afectados y sacramentados y de las comuniones a entregar después de la Misa. Como esta semana inicio la animación de la Novena a la Inmaculada, el Lunes próximo cambiaremos el servicio y yo lo pasaré al Jueves o el Viernes. Nuevamente me encuentro con este «mundo humano», el dolor y la lucha por dominarlo. El trabajo pastoral en Hospital es denso en concentración de experien– cias de sufrimiento, de rostros, de vidas. Es un misterio priviligiado. Por aquí pasa el hombre entero y verdadero. En su cuerpo y en su alma. En su nacer y en su morir. En las alegrías y en las penas. En la salud y en la enfermedad. Visitando y siendo visitado. En consulta y en rehabilitación. Es toda una escuela de pensar y de sentir. Casi nada se improvisa desde el nacer al morir. Cuando la salud es buena, nos cuesta identificarnos con el sufrimiento, o con una larga enfermedad y menos con la muerte. Aquí uno se encuentra con todo eso que es historia de todos. No son acontecimientos que suceden siempre a los demás. La muerte forma parte de la vida, como la última gota de agua del vaso es agua también. Es el último acto. La puerta que se cierra y se abre, por la que se entra y se sale... Es por tanto parte de nuestra existencia. Constituye su límite y su sombra se alarga sobre todo nuestro vivir. Otro es que uno escurra el bulto, haga trampas, para no asumir esa realidad tras la vuelta de cualquier esquina. No es bueno meter la cabeza en la arena, como el avestruz para no ver, para no pensar, para no asumir el hecho. Peor reducirlo todo al punto cero de la vida. Donde todo sea la fase final de descomposición y devolver todos sus derechos al sodio, al magnesio, al carbono químicamente puros. En nuestra parte occidental de nuestra geografía, dicen que el 80% de los que mueren, fallecen en el hospital. Fuera de su hogar y su costumbre. Lejos de los suyos... Y que la mayoría se muere sin saber que se mueren. Con frecuencia los capellanes somos llamados -así lo veo y me lo cuentan 164

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