BCCCAP00000000000000000000555
P. Eusebio Villanueva Martes: 7 Sept.1993: ALBERGUE E I sol amanece con toda la desvergüenza posible. Se apodera sensualmente de todo. Y en el silencio de esa soledad sonora me quedé unos momentos en el malecón a escuchar al sol y al mar. Llego puntual al movimiento del grupo para la diaria limpieza. Hay prisas hoy. Para ellos siempre el mejor día es mañana. Y por eso atropellan los días sin hacer nada. Cuando terminen se podrán escopetear a la calle. El encargado, con su tipo de fornido y bondadoso capitán ballenero, se queja del excesivo gasto de lejía en los grupos. Hay malhumor y protestas. Esto es señal de «buena salud» en dignidad. Se sienten personas y responsables. Me alegran estas protestas. Porque no hay pasotismo, ni aguantan porque ¡qué más da! Quiere decir que se les considera y «existen» para los demás. Por eso en sus enfados no ahorran sus virilidades verbales. Hay que criticar mirando a los ojos y hay que elogiar por la espalda. Esto es ir por derecho, por dignidad. En el mundo real no hay ningún odio totalmente inmotivado. Y ningún amor plenamente inocente, altruista. Está el hombre completo en cada segmento del vivir. Esto se puede garantizar mano en la «Escritura». Ellos demandan ser oídos antes que escuchados. Los pobres necesitan hablar y que se les escuche. No ser ninguneados o que están de sobreros, de estorbo. Venimos al mundo para nombrar y para escuchar, dar existencia al «otro», para ser el «nosotros» Con algo más que esa libertad precaria de derecho a respirar y obedecer. Pero, sobre todo el Albergue [-el Cartel dice: ACOGE-CUIDA-CONFORTA-] es su lugar de referencia. Pase lo que pase tienen un lugar caliente, limpio; donde pueden cqmer, domir y descansar ante el televisor y en las horas muertas de frío y lluvia. Observo y absorbo en torno. Respiro ambiente y reacciones. Pienso que la peor pobreza, la que apuntilla y remata al pobre, es no tener «techo». Siempre con sus mínimas pertenencias a cuestas sin un mal rincón a donde regresar y del que partir. Como el caracol con su casa a cuestas. Una casa, una elemental vivienda para entrar y salir. La casa es un gran abrazo de piedra o ladrillo, casa para volver mil veces. Y poder decirse como si fuera gato y ronroneara «esta es mi casa». Un refugio contra las demás inseguridades e inclemencias de la mula vida... 16
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz