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P. Eusebio Villanueva jardinero incapaz de cargar consigo misma y con aquel dolor como un acantilado. A la pobre la sobra marido, pero la falta madre... Al fin se va a tomar una ducha antes de salir a la calle y a la vida a encontrar una salida, siguiendo las orientaciones que la han dado. También las buenas Hermanas la han provisto de nueva ropa y buena para el invierno. La que ella traía no servía ni para un engañafrío. Es dura, es canalla, la vida para mucha gente. Cada individuo viene con su propio bacilo de dolor, con su propio pasado a cuestas. Estas Hermanas les echan una mano. Y alcanza para sentir que son bien acogidos. Y eso es el amor. Y esta es la eterna historia de mil modos combinada del pobrerio... ¡Gracias, Señor, por estas 4 «sor ángeles de la Cruz» que tenemos en el Albergue!. 152