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P. Eusebio Villanueva luchador, hay algo en mis adentros que vibra. Se me produce un cortacircuito emocional. Siempre he estado del lado de los que luchan las dignidades del trabajo y contra los que gozan las plusvalías del producto de los otros. Ahora sí, llegó la hora a las 9'30 del atardecer el señor devorado por su cáncer entra en la Casa Común del Padre. Sus ojos grandes como el asombro y abiertos en pregunta «¿Por qué?». Y en la paz de la respuesta de Dios... Encuentro con la familia numerosa en su presencia: hermana e hijos... etc... que rodean su presencia– ausencia, entre las lágrimas y la Fe. Ya le había preparado y sacramentado. Le he vuelto a visitar dos veces más la tarde y en la paz de su «despedida». Ahora el responso orado en familia, aún sobrecogida por la rapidez de la enfermedad. Una familia en el llanto y su dolor. .. Jamás se mide el dolor humano -estoy convencido- por los que están cerca de él. No tienen capacidad de dolímetro. Se mide-estoy seguro- por uno mismo, cuando le toca ser sujeto de dolor. Hay una sentencia del «Talmud» que dice: «no vemos las cosas tal como son. Los vemos tal como somos nosotros» ... A las 10'30 como habitualmente visito las diferentes Plantas y hablo con algunos enfermos. En especial visito, aunque sólo sea de presencia, a los más afectados... Presiento que la noche va a ser tranquila, por lo que me dicen las enfermeras de guardia... Veremos la predicción... Van apagándose las televisiones y las conversa– ciones. Van todos cerrando las valvas y hundiéndose en sus conchas ... Son las 2'1 Oh. de la mañana cuando me reclaman de URGENCIAS: un señor se encuentra grave: vías respiratorias... Los ojos han perdido el habla y sólo tiene oídos para las goteras de la muerte. ¿Sobreviviendo? Sobremuriendo. ¡Quiera Dios soplar esta ceniza! Le administro el sacramento de la Santa Unción y recomendación. Hablo con los familiares que lo han ingresado a Urgencias a toda ambulancia. Y muere a las 6'1 Oeste señor a quien acudo para el responso con su familia. Ahora ya sabe lo que hay del otro lado del oxígeno y del dolor y del ahogo. Sus ojos abiertos mirando a la nada de sus memorias y al todo del Padre. Libre y desahogado con el «viento» del Espíritu, lleno de Vida y cara a cara con Dios. Limpio de todas sus culpas, lavadas como en un Jordán ... A uno le traen a la fuerza a este mundo, en nombre de lo mejor. Y Dios lo acoge en sus brazos de Padre como criatura nueva, reciennacida, al llegar al otro. Atrás queda su presencia viva en el corazón-memoria de los suyos limitado al tiempo de un suspiro. Todo ello sin recibir explicaciones ni disculpas al llegar como al partir. En medio: la vida resumida penosamente por Job: «sicut nubes, quasi naves, velut umbra». Adaptable a: como las nubes sobre una pradera, las naves sobre el mar o la sombra de lo que pasa a la chita callando. Donde, como dice Cervantes, en Cipión Berganza: «róbannos a pie quedo». Y a las 8'25 en la Planta 7ª pares reclaman mi presencia. Porque otro señor está falleciendo, agotado de años y trabajos. Ingresó ayer y ya llevaba dentro su comienzo del fin. Y en sus palabras ganas de encontrar reposo a su caminar. Lo que venía padeciendo era ya su penitencia purificadora y su otro mundo. Aguantó hasta que la Providencia le tuvo piedad. Siempre hay menos tiempo que vida y él entrar en su hogar de hijo con Padre. Le administro el sacramento y ritos del camino y viático cristiano en estos momentos... ¡A la paz de Dios, hermano!. .. Quevedo nos filosofaba sobre estas postrimerías. «lo que llamais morir, es acabar de morir y lo que llamais nacer, es ya empezar a morir, y lo que llamais vivir, 148
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