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Las 5 llagas del Señor es claro al darnos los criterios del «Juicio de Dios». No es la Fe, ni los ritos, ni los Sacramentos, ni la obediencia a las leyes, ni la fidelidad a la Tradición... Sólo el com– portamiento con los demás en el Compartir, en el Acoger y en el Visitar: «Tuve hambre... tuve sed... estaba desnudo» ... » «Era extranjero, emigrante» ... «Estuve enfermo, en la cárcel» ... «Lo que hicisteis con éstos pobrecillos hermanos, conmigo lo HICISTEIS» ... Esto es claro, preciso, y sin escapatoria, sin vuelta de hoja o de alma. Directo como una bala de cañón al objetivo. Me decía uno: los de las derechas olvidan, los de iz– quierda mienten, entonces ¿para qué lado se hacen los pobres sino para Cristo?. Ha caido la noche como un reposo, como necesario descanso. El cielo está lleno de estrellas, gordas, hinchadas de tanta noche. A las 9'15 h. me hacía cargo de la «guardia y acogida» en el Albergue durante la noche. Una sopa y unas sardinas del menú de los alberguistas, que ya dejaban el comedor cuando llego yo. Pongo en orden los juegos de cama y a esperar la llegada... El frío se hace inclemente y el personal se escapa para la dormidera. Sólo 4 se quedan ante el partido de futbol de la tele y su película de la 5. Yo inicio la noche con un libro entre las manos y esta croniquilla a cumplimentar con sus partes de llegada y posada... A ver qué da de sí. A las 10'15 h. apago todas las luces de los dormitorios y demás dependencias fuera de uso. Son las 12'25 cuando llama la Policía en portería: piden una cama para una seño– ra. Esta señora, la pobre, no tiene arreglo. No quiere entrar en una residencia, porque no aguanta la mínima disciplina, bebe y la gusta curiosear por las zonas de alto ries– go... Llega siempre, justo cuando todos están acostados para poner hechos consu– mados. Pero es una pobre infeliz, que sueña siempre con situaciones mejores... Trato de ayudarla con cariño... Son muchos los años encima de su alma y de sus huesos. Sus pulmones silvan feo con su respiración. Cae en la cama como una pobre bestia fatigada. No se quita más que el abrigo y las botanas. ¿Qué se puede hacer? Morirá cabreada contra todo y de inclemencias, apesar de toda la ropa que lleva encima. Es dura en su pelleja como campesina, pero muy deteriorada por el tiempo y las privacio– nes. Hablo con ella, cuando la encuentro por la ciudad, y siempre es una total amargu– ra... Se ha creado una segunda personalidad que la domina... A las 4 h. de la mañana, la policía trae a una joven. La han echado de casa. Viene deshecha y aterida de frío. Sólo pide una habitación para dormir o un sofá para recos– tarse. La llevo al dormitorio de mujeres y la preparo una cama. Cae rendida. Siento verdadera pena por ella, con sus gestos de humildad y desesperanza. ¡Qué inmensamente triste es la pobreza de personas así, tan desamparadas, tan tribuladas! iEs terrible esta otra cara de la vida!. A las 7 de la mañana ya estoy afeitado y compuesto. Todo ordenado. Abro la puerta de salida a los dos primeros que se lanzan a la calle y a la mañana. Son las 8 h. y ojeo el periódico que deslizan bajo los portones cada amanecida. Enciendo las luces de los dormitorios y entrego las llaves. Y me voy sin mirar a los costados. Me voy con prisas, con frío-hambre-sueño. A las 9'30 tengo que estar delante de la Parroquia de San Lorenzo. Allí nos encontraremos los del equipo que vamos a laCárcel de Villabona de visita. Es otro mundo humano marginal, difícil, duro. Es mi primera visita y llevo toda la ilusión de hacer un bien, el suyo... 141

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