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P. Eusebio Villanueva llevamos a los pobres en nuestra piel. Ni a los obreros. Se ofrecen servicios, pero se nota demasiado nuestra pertenencia a otra galasia. Nuestro mundo cultural está en otros estratos sociales. La Iglesia de la palabra es pronta a condenar las consecuencias de las escandalosas injusticias. Pero menos frecuentemente las causas. Con agilidad y elocuencia para poder probar todo aquello que creen y creer todo aquello que pueden probar. Y hasta algunos lucen voz de tenorinos del magisterio, otros como notarios de Dios se abanican con el Derecho mientras otros se sienten plenipotenciarios y administradores de la salvación, quién si y quién no... Y se tienen por el «hit number one» de la Pastoral. Viviendo lejanos y alejados en sus dogmas y sus ritos, en sus rezos y sacramentos... Y a los Pobres les bastan y alcanzan al menos una tajada de vida y de Evangelio.. . Otros pretenden solucionarlo todo desde otro ángulo. Levantando los brazos en candelabro y los ojos perdidos en su cielo-occipucio. Tampoco torciendo el cuello con un ángulo de amor, las manos en el pecho y el fervor de una inmovilidad pasota. No, hay que luchar, dar respuestas, conseguir soluciones. Hay que dar con el «mazo» inteligencia-corazón-fe-manos-tripas y medios estructurales... y a sus debidos tiempos y en sus lugares de sufrimiento... Como nos diría el sensible Cantinflas - «manitos, éntrenle, vamos entrándole todos, pero píquenle que se nos hace tarde». Y si hay que preocuparse de los algunos pocos-muchos años que nos quedan para ser por estos «mundos» «Buena Noticia». El Albergue da acogida especialmente a los aparcados ya del trabajo y de la vida social, enfermos sin medios y en apuros, sin ver para donde tirar y los Transeuntes, esa marea desparramada por toda la geografía... Dormir, comidas, lavado de su ropa y provisión de ella, Sala de encuentro y reposo. Todo muy limpio. Limpieza higiénica en las dependencias todos los días. Con el Grupo esta será también mi tarea todos los días. Con ellos, como uno más. Creo en este mi primer servicio. Por que esto da, resucita y crea dignidad en ellos. Que para mí es base de primera necesidad. Sentirse limpios, bien vestidos y útiles es ya mucho. Para vivir y morir con dignidad. La calle -a lo largo del día- y las miradas sin duda de los que pasan acaso no le reconozcan esa dignidad siempre. Pero eso ya es la indignidad de los otros. No sentir asco de sí mismos. No dejarse malvivir y malmorir como una pobre bestia por los rincones de la ciudad y de la sociedad. Las Hermanas les ayudan y aconsejan a administrar razonablemente su vida su salud y sus penas. Esa es la solución: ayudar, no suplir. No basta la buena voluntad, sino el gesto preciso y puntual. Aquella paloma tenía una ala rota y andaba encogida. Llegó un tipo cargado de buenas intenciones que la recogió y la arrojó al aire exclamando «¡Vuela, no seas floja»! Y la mató... Me ha tocado limpiar un sector: duchas, lavabos, sanitarios y la sala de estar de la TV. Sí, he puesto sentido de dignidad en ello y la he recibido de ese trabajo necesario y dignificante. Las Hermanas han estado sirviendo los desayunos y se hacen omnipresentes. Me presentan algunos residentes. Entre ellos una señora que se prepara para la salida. Una vida magdalena y olvidos de jarro que no se sabe negar. Es de una gran cordialidad. Es de esa sencilla humildad del que se sabe aupado por el Señor en lo difícil del tramo final de la vida. Termino y vuelta a la calle y al convento. 14

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