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P. Eusebio Villanueva Al comienzo de la Iglesia, el Prefecto de Roma queria apropiarse del dinero que suponía en manos de Lorenzo, el diácono de la Iglesia. San Lorenzo reunió a todos los pobres sobre las escalinatas de la iglesia. Y,cuando llegaron los oficiales, Lorenzo les muestra los pobres y les dice: «Ahí teneis el tesoro de la Iglesia. Podeis llevarlos» ...Es a él a quien se llevaron para abrasarlo sobre las parrillas, como pan sagrado de Dios... ¡Qué lejos andamos hoy de esa realidad eclesial! Nuestros tesoros son tantas otras cosas, tantas otras grandezas, tantos otros afanes, tantas otras seguridades, tantos proyectos de cristiandad bien oleados y bendecidos. También el culto a san dinero... Es necesario recuperar más todavía -ya por muchos sitios y maneras se continúa la santa tradición- este sentido de servicio eclesial a los pobres y marginados. No está mal que ellos, los pobres, nos lo recuerden a nosotros, los «profesionales» del Evangelio, los «voceadores» de la «Noticia», los «organizadores» de los Departa– mentos del «templo» ... Si el pobre es «el que no está lleno de sí mismo», tendremos que vaciarnos de nosotros y de nuestros «haberes» y poderes. Negarnos a nosotros mismos, vaya. El vacío crea siempre una llamada de aire. El vacío de cosas y de sí mismo crea una llamada de amor, del Amor, que luego se desagua en lo prójimo. Y que jamás racionará al «otro» ni el pan ni la identidad. No pretendo elevar a verdades eternas esto que quiero, pretendo, hacer convicciones de vida. Pero si me empeño en transformarlas en tejido conjuntivo de mi ser cristiano y franciscano... ¡Gracias, mi Señor del no-hubo-sitio-para-El! Es mi saludo mañanero con el corazón en esta mano, Señor de nosotros. Y ¡ojalá! no sea ruta secundaria en mi vida por delante... La Hermana Carmen -que es como una sonrisa ofrecida del corazón de Dios- me comunica un detalle hermoso de las solidaridades imprevisibles que nacen o acompañan todo gesto de compartir: - «Ayer, fué la fiesta de Sta. Isabel de Hungría. Y entre nosotras -en la Orden– tenemos en este día un gesto de compartir con los necesitados «algo» que nosotras tenemos. Entonces, ayer, quisimos invitar a estos hermanos sufrelotodo a unos pasteles Los compramos y al llegar al Albergue recibimos una llamada de una Pastelería: «venid a por pasteles». Cuando volvíamos de recogerlos, otra llamada de otra pastelería haciéndonos el mismo don. Y, en el colmo, una señora nos trajo unas tartas poco después... ¿No es esto un guiño de Dios? No hubo multiplicación de pasteles, pero si de gestos de solidaridad en el recuerdo de los alberguistas. Pero el resultado es el mismo. Es coincidencia, pero también «recuerdo» del otro, del olvidado tantas veces. Es «milagro» de superfluidades de «caná» con su «¡no tienen vino!» ... La caridad o es asi, ignorando la izquierda lo que hace la derecha, o es frustración de esas de mirar al cielo, como gallina que ha bebido agua bendita. Es ayudar a vivir el albergue con lo que Dios le socorre de aquí y de allá. Es una ayuda muy diferente de la que se ofrece en mendicidad, que es no más causando lástimas... Las Hermanas se sienten acampanadas con estos detalles de las gentes con «recuer– dos» altruistas en el corazón y de camino. 136
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