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Las 5 llagas del Señor Cierto que la salud pública se está engullendo gran parte del presupuesto nacional. Cierto que los ingresos bajan y el paro sube. Todo esto se ve y se comprende. Pero la primera ideología del pueblo es la propia necesidad. Y esa está ahí, en medio de la carne y de la vida: la enfermedad y el paro o escaseces. Dos urgencias de hemorragia de vida cuando llega sin quererlas, aunque siempre temiéndolas. Y, al pueblo ya no le contienen aquellos dos mecanismos básicos de control polí– tico: la resignación y el miedo. Exige todos los derechos y todos los medios. Tampoco el sedante subliminal de la fe resignada de los monjes al cruzarse: «Hermano, acuér– date que hay que morir». Porque lo que hay que recordar es: «Hermano, acuérdate que hay que vivir». Empujar y estrujar la vida hasta el extremo de sus posibilidades y juegos interiores... Como Dios la ha creado y mandado vivirla. A tope y hasta el tope. La Fe no es aviso de funeraria, sino de primeros auxilios. Es preventiva y a toda confianza. Es sanción y acompañamiento. Es salvación ... El día ha tenido sus afanes y sus servicios. Levanto acta de circunstancias. A las 10 h. de la mañana me llaman por el «busca». Fallece un señor, ya preparado y sacramentado el día anterior. Responso-oración traspaso a las manos del Padre. Le doy la bendición de San Francisco. Ningún familiar ha llegado todavía... Tiene caidas sus manos péndulas, parada su marcha de vivir. Con su rostro de «caballero en sepelio de conde orgaz», camino del descansadero de Dios. ¡La paz contigo, hermano! Llamada de presencia en la UCI a la 1'15. Otro señor que cruzó la «frontera» de Dios. Preparado sacramentalmente los días anteriores. El rostro arrugado como una pasa de cosechas antiguas. Agotado de vivir, se ha traspuesto. Responso-oración de entrega al Padre Bueno. Pésame y diálogo con la esposa y familia. La muerte es ya para los familiares asunto de corazón y memorial sagrado... Es terrible, pero lógico, que biológicamente sea ya esperado. Pero es su ser querido que se ha ido en busca de Dios y al revés. Pero es para ellos una primera vez. A las 2 h. comida en el comedor del «Selfservice». Como solo. Un acto funcional necesario sin más. El comedor está lleno: profesionales y visitadores... A las 7 h. de la tarde celebro la Santa Misa en la Capilla del hospital. Pocos. Pero una misa que me «llena» y trato de «rellenarla» con todos estos otros «cristos» del dolor. Servicio de comunión a los que lo han solicitado. A continuación visita de enfer– mos hasta las 9 y continuación después de la cena. Al atardecer del día, uno constata que ha andado todo el día con el corazón en la mano. Es el primer día. Quizás sea necesaria una «administración» en la economía psicológica, emocional. Es como un baño sumergido en lo cotidiano de la vida y de la muerte, entre la lágrima y la esperanza de tantos. Como cristiano y franciscano quisie– ra aprojimar esa doble cotidianidad de todos estos mis hermanos del amor y del dolor. Porque es sabido, si uno no vive lo que dice, acaba por decir lo que vive. Y a esperar lo que la noche depara calladamente. Uno tiene por delante todo el tiempo del mundo. Son las 12'30 de la noche, cuando me reclama el «busca»: - «le esperan en la séptima impares». Acudo inmediatamente. Una señora de 65 años entra en la eterni– dad. Santa Unción y demás oraciones. Ningún familiar está presente. Espero durante una hora su llegada llorosa e irremediable de presagios. Es fuerte este encontronazo con los hechos consumados de la muerte... 131

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