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Las 5 llagas del Señor Lunes: 6 Sept. 1993: COMIENZO MI SER– VICIOENELALBERGUE COVADONGA A las 8'30 me he presentado en el Albergue. Media hora de caminata atravesando calles. Movimiento apresurado y hosco-ceñudo de las gentes que se dirigen al trabajo. Es la cara de Lunes de recomienzo laboral. Siento una alegria inmensa y reencontrada. La de mis largos años de cura-obrero. Los había encerrado durante estos 3 años de trabajo parroquial en Valladolid. Siento en paz mi alma, mi vida y mi fe ... Y me salen las palabras agradecidas al Dios de la madrugada laboral. Siento ganas de cantar mi gozo grande en el alma... ¡Había añorado tanto estas horas de la mañana! Ahora las viviré de nuevo. Oráculo de David, oráculo del hombre puesto en lo alto... «Laudato sii o mi Signare» ... Mi fe es algo claro y absoluto, indiscutible desde los días del primer Catecismo. La tierra en que te criares, détela Dios por madre. Y así quiero vivirlo en todos mis días de camino. En el Albergue iniciamos la repartición de las tareas y los instrumentos de limpieza. Somos el grupo de la «fregona» ... Primeros saludos, presentaciones y miradas reservadas. Muchas veces me he preguntado el por qué, en el mundo obrero como en este de los pobres, encuentro esta reserva espectativa ante el sacerdote. Este quedar a ver qué pasa. Quizá estén habituados a «otra» presen– cia de este personaje. Yo sé, por experiencia, que muy pronto vendrá la confianza serena. Hay grandeza de corazón en estos dos caminos. En el fondo ellos lo necesitan. Y yo lo busco... Comienzo por valorar lo que ciertamente en ellos hay de valor. A no desvalorar, no depreciar, a no «venderlos» barato. Que ya es mucho. Siempre andamos obsesionados por la grandeza de los Dogmas, de las conductas morales y de los ritos y prácticas sacramentales. Y nos olvidamos de ayudar a las gentes a comprender y valorar eso que ya es su vida cotidiana. Una fe vivida desde ellos y por ellos, una vida, una conducta, una expresión de su fe. Hay una inflación de teólogos abovedados y teóricos y una grave falta de testigos y animadores de la fe. Palabreamos atroche y moche, en nuestros «rincones» y desde los tejados. Pero nos olvidamos de CONFIRMAR en la fe al personal. Más inspectores de cielo y tierra que desean apresurar la gloria de Dios, que sacerdotes-apaciencia-mis-corderos-apacienta-mis ovejas. La iglesia clerical no 13

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