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Las 5 llagas del Señor se debe liar, anudar, con la comprens1on, entre parientes y enfermos, entre enfermeros y pacientes, una simpatia, que debe llegar a ser auxilio. Como un refugio, como rincón sosegado y reconfotante. Comprender al enfermo es ante todo desechar toda idea de culpa-castigo. Según una concepción religiosa primitiva, la enfermedad sería un punición, un castigo. Idea o creencia no del todo arrancada del corazón y de una fe defectuosa. Recientemente se ha vuelto a manipular con ocasión del SIDA. Considerando por algunos desalma– dos como un «castigo» de Dios. No y no... La enfermedad acompaña a los humanos desde el comienzo de los «tiempos». La Historia de la enfermedad y la sanidad ha caminado juntas y en lucha permanente. La ciencia medica! ha hecho recular la enfermedad, alargando la vida y ensanchando la calidad de vida... De todos modos la vida siempre nos parecerá -mirando atrás– como una callecita angosta, que de pronto desemboca en la muerte, ese ancho espacio. Y donde se entra sin previo aviso... avanzando velozmente hacia el Destino grande cada persona... ¿ Qué debemos a los enfermos? Lo mejor de nuestro corazón y los medios técnicos. Lo uno y lo otro. Lo uno reforzando a lo otro. Y por dentro la fe y la otra Fe. La humana y la que religa a Dios. Comprender esta persona ahí enferma y esa cosa compleja que es el mecanismo del mal. La falta, la sola falta, sería no cumplir con ese doble gesto, con ese doble y debido servicio de amor. Estas cosas las digo, hermano, como balbuciendo. Pero es más, mucho más. iEs gracia! Al menos, yo así veo este mi nuevo trabajo pastoral en el servicio a los enfermos, juntándolo a los otros muchos servicios de amor, cuidado y sanidad que se entregan en el hospital. Cada persona es un todo, que precisa de un servicio al todo. Son las dos corrientes de la vida, superpuestas, pero no opuestas. Con ritmo de vía, nunca de contravía. La vida biológica y la vida espiritual. Los dos carriles, las dos riberas del río de la vida, que encauzan la proguesión del vivir. Al inicio de la vida biológica, el hijo está en el centro-vientre de la madre. Después se nutre de ella, de sus jugos. Luego camina cogido a su mano. Para continuar viviendo en autonomía. En la vida espiritual, a los comienzos, estamos inmersos en el entorno espiritual. Después acaso tomamos la decisión personal de poner nuestra mano en la de Dios. Vivimos en una cercanía incesante de El a nuestro lado. Y, al término de nuestro caminar, es ser inesperables. Es aquí en esta andadura de Hijos de Dios, donde tengo mi servicio pastoral, mis «cuidados sanitarios». Mi «cura de almas». Mi capellanía hospitalatia. Mi estar y ser, a la vera de ese encuentro entre Dios y el hombre: en el dolor, en la salud y en la muerte. Después de todo, es lo más importante del mundo y sus alrededores... 127
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