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P. Eusebio Villanueva Martes: 2 Nov. 1993: ALBERGUE. «RE– CUERDO DE LOS DIFUNTOS» N os basta el hueco de la noche y el horizonte virgen de cada día. La Fiesta de los Santos y el «recuerdo» de nuestros muertos. Es el lugar elegido para tratar aquellas cosas que no se pueden entender si no se toca cielo. Un cielo que parece prometer el cielo. Son éstos, días cargados de Dios y de los hombres. Ayer fué el Día de Todos los Santos de Dios. Hoy es el Día de Todos los Difuntos nuestros... Son los mismos. Vistos desde la «presencia» con Dios, o desde la «ausen– cia» de nosotros... Día de Fiesta, la Gran Fiesta, la Obra de Dios con nosotros. Y Día del Recuerdo dolorido de nuestra pobre humanidad que pasa. Nuestra vida aquí, no termina en un responso y una tumba asegurada. Si no en un «encuentro», en una Fiesta. Morir es nacer. Deja atrás un «vientre» vacío y pasa a llenar unos brazos, un corazón, unos ojos... Los del Padre-Madre-Dios. Por eso la muerte es lo más fecundo: es nacimiento-resurrección a la vida plena, total: la de Dios. Fiesta de Todos los Santos, nuestra «fiesta». En el bosque los pequeños pinos son también pinos, como los grandes pinos. Y en la Misa dijimos: «Sólo Dios es el Santo». Donde nadie está demás, nadie sobra: Todos. Ayer pensaba yo en los «santos» del Albergue. Si, cierto, ellos son «santos» para Dios. Porque en éllos está el amor, la mirada y la vida de Dios. Imágenes deterioradas por la vida, las inclemencias de los hombres y roidos por las carcomas de las pobrezas y abusos. Como esos «cristos» sin brazo o sin pie, desconchados y carcomidos, a veces; pero imágenes del Señor. Por eso «santos para Dios y «ante nosotros». Acaso nosotros no les «veamos», porque sólo tenemos «ojos» para nosotros o las «grandezas» y prepotencias de los hombres. A veces los cristianos sólo vemos la talla de gran alzada, como el Séneca que decía: «a mí que me hablen de burros para arri– ba» ... Pero Dios si los «ve» a los «pequeños» y a éllos se revela. Su corazón de Padre si está atento a estos «santos» del Albergue. Muy «anónimos», pero «santos» ... Nos pasa lo que a aquel niño de 5 años y su mamá detrás del cristal de la ventana. La madre hace comentarios sobre las cosas importantes que pasan por la calle, ese río de vida: personas, coches, edificios... Después de un momento de silencio dice la mamá: 108
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