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Las 5 llagas del Señor Sábado-Domingo: 30-31 Oct. 1993: GUAR– DIA DE NOCHE EN EL ALBERGUE H oy ha sido un día de regalo. De gozada al sol, al aire y al acantilado del mar. Libre la mañana, me he ido al mar, a los pedreros del faro de Vibio, a pescar pulpo con algunos antiguos compañeros de Astilleros. La marea es corta y breve. El agua fría. Y los pulpos deben haber preferido la profundidad más caliente. De pescar nada de nada. Pero el afán, las aguas yodadas y el aire, una esplendidez. Rubén y Marcelo son dos amigos del astillero. Diferentes y complementarios. Uno el análisis, el sentido crítico, las respuestas a los qué... cómo... dónde... cuándo... por qué... El otro el humor reventón, descongestionante, la ocurrencia oportuna y toda la historia humorística de los compañeros que han sido en Astilleros... Yo escucho y río como un ciego. Son fabulosos conversadores los dos... Una mañana de regalo, de las que se toma Dios cuando quiere reposarse de sus 7 días de trabajo -es un decir asturiano- frente a la luz, el aire y las olas, con el fuego solar... Con los 4 elementos con que Dios hizo las cosas todas de la creación. Me pregunta Rubén: - ¿Qué tienes que hacer esta tarde? - A las 7 menos cuarto tengo que estar en el Albergue. Celebro allí la Misa con las Hermanas. Luego ceno con los alberguistas y la Guardia de noche. - ¿Qué ye? ¿Por qué la misa? Dile a las monjas que, «si ellas en ese Albergue no han ganado el cielo, no lo va a ganar ni dios» ... Rubén es «no creyente a su manera» y también lo contrario. Para él, si dentro de la Iglesia no hay ambiciones -como aparece claro en estas monjas- entonces tiene que ser su actuar de ellas por eso otro de los cristianos: «ganar el cielo». Ahora bien, si estas Monjas, que llevan esta vida aquí y así entregadas pudiendo estar en otro sitio, si ellas no han ganado ya el cielo, es que es algo imposible... Sólo, Ruben, que el cielo no es un conquista, es un regalo del Padre Dios... Si hubiese un contador «geiger» para detectar la fe, la aguja saltaría hacia arriba al arrimarla a ellos... El espectro de los hombres y sus ideas es maravillosamente rico y diverso. Y hay que aceptarse diferentes. No se puede creer que todas las personas deban pasar por los mismos caminos, hacer las mismas experiencias, de la misma 105

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