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entre los objetivos sociales y las descentralizaciones. Estas son verdades de subsuelo y de techumbre. Que el pueblo en su ideal, amor y dolor por su mar, su cielo y su vida, CONOCE los males innumerables, los complejos injertados en los miserables; los argumentos que oponen los unos a los otros; las ambiciones que dividen en un mundo de lobos y corderos en rebaño; la guerra fría entre la acción y la reacción, lo que viene y lo que está, lo que se agarra y lo que empuja; la lengua con duro filo de los falsos apóstoles; la justicia en los textos atrincherada bajo todos los colores ideológicos; el terror con su agresiva cornamenta en la frente de sus tesis dialécticas; las masas y su furor, que siempre las sobrepasa; los pactos y consensos, que son tácticas; los llantos que caen gota a gota como lluvia de orbayo o torrentera de las vidas que aún hacen sementera; los brazos infatigablemente serviles en los campos e inhóspitas ciudades, y acaso a la sombra de falsas resignaciones, que descienden de conminatorios campanarios, como los grajos negros y agoreros. Pero todo esto tiene su lado positivo, como el silencio, la obscuridad y el olvido, que hacen posible en vuelta de noria, la voz, la luz y la memoria. El Pueblo pide y lucha el derecho para todos de vivir y crecer, en el común esfuerzo, la luz de alegría y la paz de justicia en igualdad, libertad y fraternidad, donde abreve la humana conciencia: fe, colaboración y responsabilidad, cosas, que en la hora presente de retales, parecen tres defectos capitales; el universo nuevo de la Utopía insaciable, 197