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Ha de estar presente tomando parte, que es la seria manera de estar, en sus barrios, en sus calles, en sus fábricas, en sus hogares, en sus oficios y en sus sudores, en sus luchas y en sus amores. Ella ha de ser denunciadora, con sus palabras y hechos proféticos, de todas las formas de opresión y de marginación, que llegan de los cuatro horizontes sociales: económico, político, cultural y religioso. Por la fuerza no del odio, sino del amor, que a todos hace hermanos volviendo a la igualdad; que "depone a los potentados y ensalza a los humillados", ambos frentes de liberación necesitados. Pero romper la solidaridad con los "grandes" es entrar en la concentración de la represión. Quien asume la denuncia en hechos y palabras, elige la persecución, la catacumba y la marginación. Pero es vieja vocación de Iglesia la cruz por los demás, con ellos y en ellos. Educar al Pueblo para que él sea su propio e insustituible liberador, que en ello mismo le hace salvador del opresor. Acción imprescindible y modesta de animación sin liderazgos, sin colonialismos de buena voluntad, a que tan aficionada ha sido siempre. Tarea de profeta, que se calla, se apaga y disimula, cuando el Pueblo rompe a hablar y se pone en marcha hacia su "tierra de promisión"... 151
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