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IGLESIA PARA LA LIBERACION Hay un presupuesto indispensable: La Iglesia no libera al Pueblo. Es el pueblo organizado, quien a sí mismo se libera. Ella deberá colaborar con su propia tarea y sin hacer su lucha paralela. Si los oprimidos esperasen de Ella la liberación realizada, estarían peormente alienados. Pues nunca podrá ser un tercero delegado el agente de liberación. Si la Iglesia aceptara esta delegación habría traicionado su misión, que nunca fue sustituir sino entregar al Pueblo la confianza en su ser y estar, y en los Valores que el espíritu de Dios distribuye por este acueducto pentecostal. Volvería Ella a sus viejas tentaciones de ser clericalista dominadora imperialista y alienadora. Es el oprimido, quien ha de tomar conciencia de su capacidad liberadora, de su lucha unida y solidaria y asumir su responsabilidad. Ahí está el campo de presencia de todos los cristianos en medio del empeño, con su Dios-Pobre y su fe en el hermano. La Iglesia ha de proclamar la Palabra, el Verbo liberador del Señor, desde hoy y para hoy-mañana y sobre todas las conciencias y tejados. Ella ha de creer y confiar que el pueblo es el autor único de su liberación y hacerle consciente y responsable de ello. 150
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