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EL TERROR HIROSHIMIANO Nada más que un árbol abrasado de la copa a la raíz. Un muro negro calcinado, cinerario gigantesco, cinerama de angustia en blanco y negro; y mudo, atrozmente mudo y congelado, atrozmente congelado. Sólo la unidad total, la destrucción final. Nada más que un hombre, último superviviente. * * * Un hombre solitariamente libre. Postrer hombre y postrer libre. El hombre, que ama la alegría, que espera el amor. Siempre. Siempre. La alegría de vivir y la naturaleza, y los trigales sin guadaña, y las flores sin tijeras, y el ser humano, diminuto pariente de Dios. Nada más que él en la noche de ese absurdo. * * * Un hombre bajo un árbol muerto y que llora al árbol muerto 127