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mantenía al corriente de lo que ocurría en Salamanca: es conjeturable que circulara entre ellos algún intercambio de informaciones en asunto acariciado por ambos. Pero ninguno de los apologetas de Villalpando y su filosofía se lanzó a una ofensiva en toda regla, contra el extracto, con la amplitud que lo hizo el catedrático de hebreo, Gaspar González de Candamo. For– mulada por escrito, su proposición es desglosable en una serie de titu– lares de acuerdo con su entramado lógico, que reflejan bastante orgá– nicamente: Estado de la enseiíanza filosófica: «Señor -le dice a su claustro--, tengo la satisfacción de hablar a V: S: libre de toda pasión, en una materia en que es dificultoso dejar de estar preocupado según el método con que hasta ahora se ha estudiado la Fi– losofía en nuestras Universidades. Cada cual quiere que prevalezcan las opiniones de aquella Escuela a la que por casualidad se adhirió sin más motivo que el de haberla una vez abrazado sin saber lo que se hizo. Yo ni soy tomista ni escotista en punto de Filosofía. La razón sola me mueve, no la autoridad, ya sea de Aristóteles, ya de Santo Tomás, ya de Escoto. Los intereses particulares, que son los que principalmente empe– ñan a los hombres en sostener con tesón estos partidos, en mí no tienen lugar alguno». Obligatoriedad de la orden del Consejo: «Por esto, hablando con ingenuidad y desinterés, digo que estamos pues– tos en la precisión de llevar a debida ejecución. el próximo Curso, la Or– den del Supremo Consejo de Castilla, que manda se estudie, así en ésta corno en las demás Universidades, la Filosofía del P. Jacquier o la del P. Villalpando. Lo primero, porque esta Universidad lo tiene así determi– nado en su Claustro pleno de 7 de Diciembre del año próximo pasado de 1779. Y, como por nuestros Estatutos se nos prohibe tratar ni referir en un Claustro lo que ya estuviese acordado en otro, no podemos, sin faltar al juramento que tenemos hecho de observarlos, resolver el que se con– tinúe leyendo por el Goudin basta tanto que salga a luz el Curso que la Universidad tiene prometido». Crítica al texto de Goudin: «Por otra parte, la Filosofía de Goudin es una filosofía ridícula, desprecia– ble y perjudicial: y, si se ha de hablar con todo rigor, no es filosofía. Es ridícula porque sistemática, con lo cual sólo puede merecer la aproba– ción de los que, empeñados en mantener a toda costa sus preocupaciones, 59

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