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Ese curso está para nacer, pese al sombrío vat1c1mo de no pocos y singularmente del autor de esta nueva Philosophia 31 • Hay que desoír predicciones tan «melancólicas» que, por ignorancia del carácter na– cional, ofenden a España y su primera universidad: «Tenemos Españoles aplicados a la obra: su temperamento e índole no sé 32 por qué accidente desdiga del suelo que los produjo; su taciturni– dad, no constando lo contrario, debe atribuirse a una desconfianza y te– mor prudente y laudable, que les retraiga de precipitar sus pensamientos con detrimento del honor propio y desdoro de la Nación, y del deseo de contribuir con sus propios caudales a que España domine en la República de las letras». Sabemos bien a qué condujo tan profundo y prolongado retrai– miento, y cuál de los dos pronósticos se cumplió 33 . El extracto terminaba declarando que, si era inexcusable adoptar uno de los dos cursos propuestos por el Consejo, el de Jacquier debiera preferirse, por ser el menos nocivo. Los cuatro comisarios recordaban, finalmente, a todos los les, que habían confeccionado su dictamen «a nombre y por encargo de la Universidad de Salamanca». III.-¿UNIVERSIDAD O CAMPO DE AGRAMANTE? l. La "Philosophia" de Villalpando, manzana de discordia En carta de 8 de agosto de aquel año de 1780 le decía el rector López Altamirano al conde de Campomanes que en su universidad 31. Había escrito Villalpando en su dedicatoria de la misma al Consejo: «Perfectiora quidem, ac elaboratiora, ut tanto Numini offerrentur oporteret. Vc– rum qualiacumque, modo huc spectent, numquam pauci habere consuevistis; eo vel maxime, quod unde meliora spectentur, et adveniant, non appareat, nec spes ulla est» (III p. xiii). 32. Una de tantas expresiones, en primera persona singular, de la muy im– perfecta «extracción» realizada por Herrero al fundir los cuatro dictámenes. Otras: «repito», «hago juez», «señalaré», «no me meteré», etc. 33. AHNC leg. 5539 n. 34 f. 95v. Sobre el prometido curso filosófico salmantino y su fracaso, cf. los artículos de V. MuÑoz DELGADO, en Estudios 32 (1976) 215-242 y 291-318. 54

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