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brazadas de leña; Carlos V, «el Glorioso», estableció, en 1540, la pena que <rn este religioso le ocasiona desmayos y deliquios». Y la práctica de la Iglesia coincide con la de los reyes de España. Si no se sirvió de ella en los tres primeros siglos, fue porque no tenía «a quien en– tregar los herejes para que los destinasen al último suplicio», por estar regido el mundo por príncipes gentiles. A tales extremos han conducido al P. Villalpando sus dos actitudes filosóficas capitales: por la de aversión a la Escolástica ha ido, aunque sin darse cuenta, a engrosar la escolta de Lutero y Calvino; por idolatrar la moderna, ha hecho el juego, no menos inconscientemente, a ,,los Espinosas, los Hobbes, los Bayles, los Rousseaus, los Voltaires, y otros innumerables monstruos que vomitó el Abismo para hacer guerra a la Re– ligión, a la pureza de las costumbres y a las legítimas Potestades. A éstos, y a la Filosofía que profesan... » 23 . 5. La física, metafísica y lógica de Villalpando ante sus contrarios Muy diverso es el valor que les merece esa misma filosofía en la parte no especulativa o doctrinal, sino práctica. La reconocen, con Villalpando, grandes ventajas para la medicina, industria, comercio, navegación y conquista de la naturaleza. No se oponen a que se curse e investigue intensamente, pero fuera de las universidades, como en los Colegios de Cirugía de Cádiz, Barcelona, Madrid y en otros centros. En las universidades podrá admitirse a lo más dentro de límites bien con los apestados, se ostente indolente hacia el peligro que esta indulgencia pueda traer a los sanos. Este escritor no aprueba el tolerantismo, que es a la sazón el objeto de la persuasión de los impíos, que pretenden inspirar a los Príncipes concedan una absoluta impunidad a las más horrendas y execrables blasfemias contra Dios y con que quieren arrojarle de su Trono. Pero da un paso no pequeño hacia él» (ibid., f. 113v.). 23. «Si el P. Villalpando, repetimos, hubiera considerado todo esto, se hubie– ra guardado de hacer escolta, bien que con intención diferente, a los Luteros. a los Calvinos y a los Buceros: habría templado, por consiguiente, su estilo, y no derramado tanta hiel sobre los Escolásticos» (ibid., f. 99). La cita sobre el elenco de «impíos», ibid., f. 97. Más ejemplos de su interpretación de la actitud de Villalpando frente a la filosofía escolástica: «el ardor con que intenta desterrar la Filosofía antigua»; «los que tuvieron la desgracia de ser educados en los principios de la expre– sada pestilente Filosofía»; «tiene por exóticas e inverosímiles cuantas conclu– siones defienden los Escolásticos»; «no menos se burla, y sea el tercer ejemplo, de la opinión de los Escolásticos, que creen ser movidos y regidos los Cielos y Astros por Inteligencias Angélicas» (ibid., f. 108v.). 51

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