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la del «caos de Hesíodo», «el sistema de Berkeley, aun modificado por Malebranche», «las mónadas de Pitágoras resucitadas por Leibniz, y sostenidas con empeño por \Xl olfio», «los principios de Descartes», «el panteísmo de Espinosa», y el atomismo de Epicuro, Gassendi o Newton? 18 • En cuanto al eclecticismo, que para Herrero se reduce a la libertad de pensar o, lo que es peor, al «discurrir sin freno» 19 , no puede dar de sí otros frutos que los que «acredita nuestro siglo miserable. ¿Cuál es el origen de los desvaríos de muchos de los que, con injuria del significado de este nombre, se intitulan Filósofos, y son unos meros libertinos, sino la demasiada y excesiva liber– tad de pensar que establecen como cimiento y basa de sus ruinosos Sis– temas?». No por mecánica asociac1on de ideas, sino porque se hallaban per– suadidos de su nexo interno, deslizan a Villalpando hacia el gremio de los «impíos»; o al menos, porque, aunque él no lo sea, su modo de discurrir puede empujar a otros en esa dirección. 18. «Y, a vista de esto, ¿se extraña que los Escolásticos lean a los Filósofos modernos con desconfianza y aun con recelo de tropezar en algún peligro? ¿ Será mucho que no imiten al P. Villalpando, que instiga a los Jóvenes a que les cobren la mayor afición no sólo con vehementes exhortaciones, sino con el ejem– plo de los desmedidos elogios que les dispensa, no acertando a nombrar ai¡.;uno de ellos sin que preceda la excesiva urbanidad del tratamiento de vir szmmms?» Ubid., f. 103 ). 19. Los filósofos modernos no deben leerse y menos poner al alcance de los jóvenes sin prevenir contra «los errores que enseñan. El P. Villalpando detesta éstos, sin duda; tampoco le gustan los Sistemas que en ellos se fundan, o de que son consecuencias: y sólo le place la filosofía ecléctica, porque, amante de la libertad de pensar, no adhiere a Sistema alguno. Este método tiene por m,is apto para hacer en esta Ciencia insignes y rápidos progresos, y por lo mismo se queja de que intenten los Escolásticos privar a los hombres de esta libertad con pretexto de Religión» (ibid., f. 103v.). Y también: El P. Villalpando establece como inconcusas varias máximas «que inspiran demasiada libertad en filosofar», «traslada de otros estas expresiones con que exhorta a sacudir todo yugo y servidumbre en el pensar: 'Quare proprio ingenio uti, nec frenum sibi imponere oportet'. En otra parre dice que se debe hacer más caso de la propia razón que de la autoridad de cualquiera, aunque resplandezca en santidad» (ibid., f. 110). Basta ver los preciosos frutos de la libertad filosófica «para excluir de nuestras Escuelas el Curso del P. Villalpando» (ibid., f. lllr.-v.). Es decir, del eclecticismo como selección de la verdad o de lo juzgado por verdadero en las diversas filosofías e hipótesis científicas, ni una palabra. 49

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