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cuarto, Fernando Ayala, que es el que aún figuraba adscrito nominal– mente a la facultad de artes. A la jurisprudencia la representó el doctor Andrés de Borja, catedrático de derecho menos antiguo, y a la de medicina el que lo era de prima jubilado, D. Francisco Vélez. Herrero había opinado en el claustro precedente que el Consejo n0 les dejaba alternativa fuera de los textos de Villalpando o de Jacquier, exceptuado el de Musschenbroek para la física, y que, por tanto, no había sino elegir uno de aquéllos y comunicarlo al alumnado, aunque no se oponía a un careo selectivo y eliminatorio sobre ambos textos. Ayala pensaba que la mente del Consejo fuera, más bien, la de no introducir otros autores interinos, bastando el Goudin, hasta que se diera a conocer el estado del curso salmanticense, para cuya averigua– ción se habían nombrado comisarios. Tan dispares eran sus pareceres en vísperas de confiárseles a ellos mismos la nueva comisión. Esta se extendía a «reconocer las Filosofías de Jacquier y Villal– pando, a efecto de informar cuál sea más útil para la enseñanza». En cuanto al plazo para cumplimentarla, nada se había estipulado, no obstante un largo debate y múltiples pareceres, que fluctuaban entre el de cuatro y diez meses, por término medio. En todo caso, era claro que debía estar despachada antes del comienzo del nuevo curso acadé– mico, meta adelantada por el propio Consejo. Así lo había también notificado Altamirano, al transmitirle, el 11 de diciembre de 1779, el acuerdo de elegir comisarios, «que, haciendo cotejo de ambos Cursos, informasen cuál era más útil a la enseñanza para el Curso de 1780». La primera medida adoptada por los seis comisionados, en su junta de 23 de dicho mes, fue el adquirir un juego completo de cada manual para cada comisario, «para que así puedan dar su dictamen, teniéndolos presentes» 7 • 4. Zozobras de esa comisión sobre su cometido Llegado el verano sin recibir más noticias sobre el desempeño de la misión que la universidad se había asignado mediante los comisarios, el Consejo urgió con impaciencia su despacho a la mayor brevedad. El 3 de julio de 1780 el rector convocó a pleno, para anunciarlo a los claustrales. Al oírlo, opinaron algunos, y entre ellos el doctor Tole- 7. lbid., L. 241 ff. 15; 19-25 y 36. 39

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