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SGCEDIÓ EN LA TIERR\ Alguna de esas jóvenes estudia, alguna dedica ratos per– didos a pintar; pero todas van a los toros, al casino, al cine, a dar vueltas por esa noria fantástica que es la Plaza Mayor de Salamanca; todas van de paseo por los choperas de junto al río, y, sobre todo, todas juegan alegre-y a veces an– gustiosamente-a casarse, a buscar novio, a dejarse besar con una facilidad pasmosa. Uno, que quiere convencerse desesperadamente de la uti– lidad pastoral de su misión sacerdotal, termina de leer En– tre visillos con mal sabor de boca. Y este amargor no es injustificado. Cuando se llega a la víspera de ese gran día en que uno se hace sacerdote, en que postrado ante Cristo va a realizar donaciones y negaciones tan decisivas, uno -digo-piensa en muchas cosas grandes. Entre esas cosas grandes--una de tantas-piensa que va a trabajar porque desaparezca de los bancos de la Iglesia ese horrible, exclusivo y acaparador color negro de las vie– jas enlutadas permanentemente, piensa en proporcionar a Jesús Sacramentado la satisfacción de ver, desde su prisión del Sagrario, lleno el templo de rostros jóvenes de vestidos alegres; y luego ... , luego se encuentra con la novela de Carmen Martín Gaite; con la terrible desilusión de ver que el ideal es prácticamente imposible, de convencerse de que una cabeza femenina de veinte años no puede pensar síno en chicos y en modelos dB vestir, en bailes y en jugar a buscar novio. Y, por esto-¿porque es verdad lo que en ella se dice?--, es por lo que la impresión final que queda tras la lectura de este premio Nadal es triste, es tristísima, para todo el que piense en católico y quiera hacer de sus creen– cias una preocupación contagiosa. Yo no sé lo que usted habrá pensado al leer Entre visillos. Una de las interrogaciones que yo iba abriendo conforme pasaba las hojas de la novela, era ésta: ¿Las chicas de Mar– tín Gaite son católicas o paganas? ... Usted, ¡por favor!, no crea exagerada la pregunta. Pruebe a hacérsela. Piense si una chica salmantina 1957, una de las chicas de Carmen Martín Gaite-que son exactamente iguales a las vallisole– tanas 1958, a las leonesas 1960-tienen aspiraciones, preocu– paciones de algún modo cristianas. Esas jóvenes que no cul– tivan ni un solo pensamiento elevador, cuyo exclusivo afán es arreglarse, ir del brazo con chicos y encontrar alguien que les haga el amor, no son católicas, por mucho que :se esfuerce uno en convencerse de lo contrario.

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