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HIJOS. COLEGIO 93 bres, en el noventa por ciento de los casos, era una bonita disculpa para abrazar a una mujer. Uno de ellos se echó a reír y rectificó: "Si sólo fuera en el noventa por ciento de los casos..." Lo que sí procede aquí, y subrayándolo fuertemente, es distinguir. Hay bailes de sociedad, hay bailes de casino, hay bailes públicos, donde se juntan mujeres y hombres de to– das clases, donde se bebe y se fuma sobreabundantemente; y existen bailes familiares, donde una docena de amigos en compafüa de otras tantas amigas o conocidas pasan el tiempo bailando. Los primeros los juzgo francamente .ilíci– tos-tal como se desarrollan hoy-, con los segundos en ge– neral, se puede ser más tolerante, aunque también encie– rran sus peligros. Esta es mi opinión que, claro está, no pretendo incrus– társela a usted en la cabeza. Quiero suponer que quienes sostienen un punto de vista mas benigno sobre este tema, poseen fuertes razones para ello. Personalmente no las com– prendo; no las comprendo-aunque las entienda-como ra– zones probativas. Me parecen mas bien subterfugios inven– tados para legalizar lo que es inconfesable. Juzgo que la moral de Cristo es tajante y pura, y que las palabras que son disculpa y sucedáneos no cuentan en ella. Mas todas las razones que se inventan para tolerar los bailes, entran, se– gún mi humildísimo parecer, en esta categoría. En cuanto a que en Estados Unidos las entidades católicas tengan su salón de baile, como una oficina más, junto a la parroquia, es un punto que merece consideración aparte. En primer lugar, a los norteamericanos les obliga la moral católica, exactamente igual que a los espaiioles. Por consiguiente, esos "bailes parroquiales" deberán ser decen– tes para que les sean lícitos; si los realizan en forma que constituyan peligro próximo de pecado grave, de ningún modo son admisibles. Tenemos que suponer, por tanto, que los católicos yanquis bailarán correctamente. Eso cuanto al aspecto moral. Pero es casi seguro que a usted, independientemente de su moralidad, le interese saber por qué los católicos norteamericanos tienen sus sa– lones de baile particulares. La cosa es completamente lógica, y fácilmente comprensible. En Estados Unidos los católicos, frente a los no católicos, ocupan una franca minoría. Esto les crea graves problemas; uno de éstos, y no el de menor envergadura, es el relacionado

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