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SS SUClWIÓ EN L\ TIERRA larga insostenible. La chica que penetra en una fábrica tilme forzosamente que iniciar una vida de convivencia con sus camaradas del todo inevitable. Solamente la enunciación de este hecho plantea interro– gaciones difíciles de responder. Porque existen estas dos afirmaciones polares: primero, la joven-obrera tiene que convivir; segundo, el ambiente de la fábrica está frecuen– temente cargado de ideas nocivas; en todo caso, más de una vez es peligroso desde un ángulo moral. ¿Cómo casar esas dos suposiciones-generalmente ciertas-sin que surja una crisis espiritual en el alma de la que inicia su vida de trabajo? He aquí una pregunta ardua de responder. En algún comentario le he citado a usted-y si no se lo cito ahora-a M. Van der Meersch. Una de las obras más duras de este novelista es la que titula Leed en mi corazón. En resumidas cuentas, se describe allí la vida de una chica– obrera. Le digo a usted que la existencia inhumana de esa joven impresiona al corazón más endurecido. Es duro, du– rísimo, lo que se dice sobre el ambiente en la fábrica. Res– tando lo que tenga de exagerada la visión del famoso nove– lista es innegable que el ambiente de ciertos centros de producción es expuesto y particularmente cargado de difi– cultades para una chica. ¿Qué hacer para que la joven-obrera no se malee en su trabajo? ... La joven, ordinariamente hablando, frecuenta la fábrica para aumentar unos ingresos familiares del todo insuficientes. Su presencia allí es completamente lícita y no se puede criticar. ¿Entonces? En este caso habrá que formarla convenientemente, desde el punto de vista moral, para contrarrestar los efectos del ambiente. Que una chica penetre en una fábrica sin previa formación espiritual, o sin formar parte de movimientos obreros católicos, es exponerla a lo peor. Se exige, por consiguiente, llegar a los medios sociales, donde viven las futuras obreras, para prevenirlas adecua– damente. Esto es necesario, y no estará mal que lo piensen aquellos que tienen la responsabilidad del bien de las almas. Porque uno se pregunta si existen en España muchos a quienes quite el sueño el pensar en el inmenso abandono de las clases obreras. La llegada a sus manos del libro ¿Fran– cia, país de misión? costó al Cardenal Suhard, según con– fesión propia, tres noches de insomnio. Poco después se iniciaba un intenso movimiento apostólico francés, de todos

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