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:;;[;CEDIÓ ¡,::-,; L\ TIEHF.\ mente la puede realizar con garantías de éxito aquel hombre que itea su padre. Digo que es necesario que usted insista en esto. Es inne– gable que la abundancia y calidad de los colegios han con– tribuido a extender el saber y la cultura. Pero ¿han enseñado ---pueden enseñar-los colegios a vivir, en el sentido más trascendente de esta expresión? ... Se responda como se quie– ra a esta pregunta, una cosa es cierta: los centros docentes ni pretenden ni pueden suplantar a los padres en el papel de guías natos de esos hijos que Dios les ha confiado. Quiza haya que llegar al olvido de esta verdad para explicar cier– tas desorientaciones que cualquiera puede observar en de– terminados jóvenes y niflos. En jóvenes que uno encuentra por ahí, educados en magníficos colegios, algo ha fallado. ¿Qué habrá sido? El colegio, no, porque tiene una formación docente maravillosa. ¿Entonces? ¿No habrán sido los padres'! Me parece fue Napoleón quien dijo que la educación de los niños comienza nueve meses antes de nacer. El dicho podía apuntar a lo que venimos recordando. Hay sectores de la vida que nadie, fuera de la madre, fuera del padre, puede iluminar. Esa educación que realmente modula el alma, ese arar en surcos hondísimos e imborrables el espí– ritu de cada uno, es quehacer exclusivo de los propios pa– dres. La paternidad, la maternidad, es algo más que un acto fisiológico; es, sobre todo, un acto espiritual. Y en esa pa– ternidad es donde se prueba la calidad intima de una per– sona. Dar vida corporal a una persona es relativa.mente fá– cil, o muy fácil; dar vida espiritual, moldear el alma de un hijo, ya es tarea difícil. Pero aunque difícil, inalieneable para todo el que se ha convertido en padre. Porque nadie puede suplir a un padre, y sobre todo a una madre; y entre esos incapacitados para suplir a un padre se cuenta el colegio. Yo se lo he querido recordar ahora, mientras oigo el char– lar, gritando, de miles de estudiantes que se reencuentran tras las vacaciones de verano. En este mes de septiembre --escribo esto en los últimos días de un mes de septiembre-, cuando el colegio es tema obligado en las conversaciones familiares, yo lo recuerdo: sépalo y usted y convénzase: aunque envíe a sus hijos al mejor r.olegio de España, nada ni nadie podrá sustituirlo en su papel de modelador del alma de sus hijos.

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