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O S escribo a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes. El tex– to es de San Juan en una de sus cartas. Y está bien dicho. Cuando la naturaleza es exuberancia, entonces hay motivo para el optimismo. La fortaleza, el valor, el arrojo se esperan siempre de quienes son jóvenes. "Os escribo a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes." Y bien: ahí están los jóvenes. Las calles, los paseos, los cines, los estadios, las universidades son escaparates desde donde muestran su despreocupado vivir. Ellos no son reser– vados. Tampoco falsos e hipócritas. Por eso, gritan y se ex– hiben como son. Con los años enterrarán su sinceridad. Se convencerán que el disimulo en ocasiones supone un gesto de caridad y, frecuentemente, una necesidad. Pero esa ad– quisición vendrá con los años. En la juventud no se concibe. Y cuando momentáneamente se adivina, se rechaza como una tentación. Mas a pesar de toda su sinceridad los problemas surgen. No es el idealismo el mejor sistema de vida. Más: con el idealismo-entendiendo esta palabra en s1t sentido peyora– tivo-no se va a ninguna parte. Se puede soñar-ello no cuesta dinero-en un mundo fantástico y maravilloso. Pero la verdad es que vivimos en éste. Y este nuestro mundo deja bastante que desear. Hay que andar con pies de plomo. Y a pesar de ello frecuente– mente tropieza uno. ¡Una lástima! Pero es así. Los jóvenes -como los niños, como los ancianos-también tropiezan con

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