BCCCAP00000000000000000000552

PADRES•.MADRES. ESPOSOS 71 Ahora es la esposa. El marido se ha marchado al tra– bajo, a sus quehaceres. Ha dicho que no volverá hasta las nueve por lo menos. Y la mujer piensa: "Aprovecharé ia tarde." En cierto cine proyectan una película que le han dicho está muy bien. ¿Por qué no verla esta tarde? Lo malo es que la niña está en casa y no hay manera de desoren– derse de ella; ni con sus amigas ni con sus primitas quiere ir la niña. Y la madre se decide: "Mira, guapa, vamos a ir al cine, pero no dirás nada a papá, ¿eh?" "¿Y eso?", pre– gunta la niña. Y la madre: "Papá se enfadaría." "¡Ah!", termina la niña encerrando en una exclamación todo un mundo de desilusión. He aquí dos ejemplos de "frases prohibidas". La niña piensa: mamá engaña a papá. Luego, ¿por qué no puedo engañarle yo también? Y el niño: mamá se equivoca, no sabe hacer nada. Por lo menos eso dice papá. Por tanto, cuando a mí me exige ciertas cosas, es posible que también se equivoque. Y entonces, ¿por qué voy a obedecerla? Pero todo esto es grave. Usted no quiere destruir el cuar– to mandamiento de la Ley de Dios. Pero es que de hecho 10 destruye. Y sin el cuarto mandamiento, ¿qué hacemos de la familia? Y sin la familia, ¿qué queda de la sociedad·> Y vamos ya al fin. Con un tercer ejemplo ponemos punto final a este articulito minúsculo. Dios dice: "Id, pues, enseñad a todas las gentes, bauti– zándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar cuanto Yo os he mandado." Esto lo dice Dios. Usted lo puede leer en las líneas fina– les del Evangelio que escribió San Mateo. Pero usted dice algo que no se casa con el pensamiento de Dios. Se lo recordaré yo en forma gráfica. Dios impuso a los apóstoles, y a los sacerdotes que les sucederían, la obligación de predicar. Y a quienes no son sacerdotes les impuso el deber de escuchar aquella predica– ción. Porque se trata de una obligación correlativa. Si al– guien tiene que hablar, habrá alguien que tenga que escu– char, ¿no? De lo contrario, ¿para qué hablar? Esto lo en– tiende CUf lquiera. Pues bien: Llega el domingo y usted va a misa. Al volver a casa, mientras desayuna, comenta: "¡He tenido que aguan• tar un rollo! .. . Comenzó el cura a predicar y no dij o más que bobadas... " Cierto que usted-respetable señor-es incapaz, no de

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz