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PADRES, i\IADRES. ESPOSOS G5 pena que lo subrayemos. Y ello porque-yo así lo entiendo– se descuidan frecuentemente en la vida conyugal muchos resortes de cuyo uso pende la solución de más de un pro– blema de convivencia familiar. Porque la vida familiar tiene sus problemas: ¿Necesitamos recordarlo? Ahí están, paten– tes y visibles, haciendo dificil, o al menos expuesta, la paz de muchos hogares. Nosotros sabemos que existen; tal vez los palpemos en la propia carne y en el propio espíritu. En todo caso los vivamos o no sabemos que existen. ¿Cómo se los podrá vencer o al menos amortiguar? Yo brindo hoy mis consideraciones a las esposas, a esas señoras, abnegadas y buenas, que no saben qué actitud adoptar frente a ciertas situaciones molestas de la vida con– yugal. Ellas deben estar convencidas de que de su tacto y sentido depende el que cosas torcidas se enderezcan, el que cosas que marchan mal terminen por marchar bien. Reincidamos. En la revista y en la cita aludida se nos aleccionaba: "La esposa de Gary Cooper ha sido algo así como la gotita de agua cayendo sobre la piedra... Compren– sión, fidelidad, ayuda ... Y seguramente una palabra aquí, una sugerencia allá, el ejemplo siempre ... Hasta que, por fin, Gary Cooper ha podido ser bautizado." ¿Cuánto puede hacer una mujer por un hombre? He aquí una pregunta que sólo tiene una respuesta: ¡muchísimo! Usted recuerda aquella película de Fellini, titulada Lastra– da, y se acordará de Giulietta Masina, que redime a un hombre brutal. El Zampanó de Fellini es un hombre sin sen– timientos, sin delicadeza, una calamidad auténtica; y poco a poco cambia-se hace un tanto delicado, se ablanda su mirada-, trabajado por la conducta y las palabras de Gelsomina. Es innegable el poder transformador que late en el alma femenina. Y la esposa debe ser consciente de ello, debe saber explotar esta posibilidad que le viene regalada por la misma naturaleza. San Agustín, en su libro confidencial Las Confesiones, escribe literalmente lo que sigue; está hablando de su pa– dre y de su madre, y dice: "Era él, si por una parte extre– mado en el cariño, por otra arrebatado en la ira. Mas ella sabía no resistir al marido airado, no ya de obra, pero ni aun de palabra. Mas después que él se había desfogado y sosegado, cuando lo juzgaba oportuno, le daba la razón de su proceder, si tal vez él se habia descompuesto más de lo SUCEDIO BN LA TIEJtRA.-5

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