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PADRES. MADRES. ESl'üSOt 63 jos de sus hijos. No es raro encontrarse con padres preocu– pados por sus hijos; que no saben a qué atenerse. Y este despiste tal vez proceda de no haber pensado en aquella distinción. Si yo fuera alguien para aconsejar a los padres en esta materia, les advertiría: cuando se trata de meras costum– bres deben someterse a los tiempos, a los tiempos que cam– bian; cuando se trata de sana moral deben ser eXigentes y sin concesiones. Creo yo que teniendo esto en cuenta las cosas se facilitarán. Los padres no tienen por qué eXigir a los hijos que se parezcan a ellos en todo. Eso es pedir de– masiado. Los tiempos cambian, y está bien que asi sea. Pero cuando el antojo ese del hijo es recriminable en sí, entonces la intransigencia es la actitud recomendable. O sea, que procede tengan en cuenta los padres esto: los tiempos, las costumbres, son mudables, están sujetas a con– tinuo cambio. Las de hoy son, mientras no se demuestre lo contrario, tan buenas como las de hace cuarenta afios. Lue– go los padres de hoy deben permitir vivir a sus hijos en conformidad con las costumbres actuales, mientras no se pruebe la maldad de éstas. Pero pudiera suceder que determinadas costumbres ac– tuales resultaran malas en sí mismas, o notablemente peli– grosas, o rodeadas de circunstancias vituperables. En estos casos es cuando la voluntad paterna debe ser inflexible. No a..c:;ustarse porque la hija se haya comprado un gorro de lana frigio; pero sí reprimirla en su ansia de vivir sin con– trol. Yo creo que la convivencia familiar, en gran parte, es cuestión de serenidad, de inteligencia y sentido común; aunque también, comprendo que en determinadas situacio– nes y casos, habrá que brujulear mucho para encontrar el justo medio y el límite exacto. De todas formas, y aun reconociendo la dificultad del problema, personalmente entiendo que la distinción apun– tada hace un momento es básica: las costumbres, en sí, no significan nada; la moral, la religión, la naturaleza hu– mana, significan mucho; prohibir una cosa porque va con– tra la costumbre, frecuentemente no convence; negar algo por razones permanentes, se admite más fácilmente.

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