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Sl:CED!Ó EN LA TIERRA más tarde aparecerá el bigote y los pantalones cortos le caen francamente mal. Hasta ahora mamá ha dicho: "Vamos a comulgar." Y los niños: "Sí, mamá." Pero esto no puede seguir así. Por– que el hijo, al llegar el domingo-un domingo que nadie sabe cómo amaneció-, no dirá: "¿Vienes a misa, papá?"; sino que no dirá nada, o dirá esto otro: "Me voy a misa." Y la niña, por su parte, es probable que haya quedado con una amiga para irse juntas a misa de doce. Todo esto sucederá cuando su hijo alcance, los trece, los catorce años. Pero surge la pregunta: a ese niño, a esa niña, que co– mulgaba cuando en casa decían: "Vamos a comulgar", ¿se le ocurrirá seguir haciéndolo ahora que ya nadie le con– trola? ¿Se habrá preparado a esos niños, que ya son ado– lescentes, para vivir solos, para gobernar su soledad? ¿Se habrá inoculado en ellos el concepto de responsabilidad ante los actos de la propia vida? Porque, sépalo usted: mamá, papá, si en lo fisiológico uno se muere a la propia infancia, en lo espiritual también. Y no tiene nada de particular que llegue un momento en el que el niño proclame su independencia: amigos propios, ideas personales ... No se trata, por consiguiente-sería una aberración-, de forzar las cosas. Si al colegio va solo, si tiene sus propios amigos, si no va al cine con sas padres, ¿por qué no va a ir a la iglesia solo, por qué no va a vivir su religiosidad con independencia de su familia? Eé'.tá bien; el día del santo de papá es bonito que vayan todos-aun los hijos mayorcitos-a comulgar en familia. Pero en los días iguales del año no hay por qué exigir esto. Tal vez ni sea posible tampoco. Pero es que ni hace falta. Ahora que, insistiendo, cabe la pregunta de si a ese hijo suyo que ya "vive su vida", aun en lo religioso, le ha pre– parado para ser dueño de sus actos. Porque el hijo, a sus catorce años, debe seguir comulgando como lo hacía a los ocho. Más: debe comulgar ahora sobre todo. Y al irse a la cama estará maravillosamente bien que rece, que siga re– zando como lo hacía hasta ahora; porque en la cama en– contrará un peligro que no había dado señales de existencia en la infancia. Otro caso. No se trata de que usted elija a su hijo la película que puede ver. Se trata de que usted le enseñe a él a elegir la que le conviene ver. En resumen: No puede--sería francamente absurdo pe-

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