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SUCEDIÓ A mí, de rechazo, me ha hecho meditar rostro triste de Soraya, que la prensa ha venido publicando últimamen– te. La pobre mujer, en un primer momento, quiso aturdirse, y ahogar su pena, a base de sesiones intensivas de cine y esquí. Pero no lo consiguió, según parece. Por lo menos, los fotógrafos nos han estado remitiendo poses de la ex– emperatriz a cuál más triste y pesaroso. Los grandes ojos de Soraya no han podido disimular un mar de nostalgia, de dolor y de aburrimiento. Definitivamente, Soraya es una mujer triste. Ante este desgraciado suceso-el divorcio obligado de esa mujer-, uno, inconscientemente, se pregunta: ¿Por qué esto? ¿Será un pecado no tener hijos? Digo que este epílogo matrimonial, de la que fué em– peratriz persa, a mí me ha hecho reflexionar. La moral católica matrimonial es dura; usted ha oído eso, por activa y por pasiva, no sé cuántas veces. Y es verdad. Nadie pretende afirmar lo contrario; la moral matrimonial católica es dura. Eso de que un matrimonio no se rompa sino con la muerte de uno de los cónyuges, ha hecho tor– turar a más de un hombre y a más de una mujer. Debe de ser difícil convivir diariamente con una persona molesta, quizá inaguantable. ¡Ya lo creo que tiene que resultar esto cuesta arriba! ¿Pero a usted no le parece que la moral que ha hecho posible la tristeza de Soraya es mucho más dura que la católica? Pobres mujeres las que tengan que comprobar su posibilidad generadora para vivir formando un matrimonio. Eso es convertir a la mujer en un ser irracional de granj:1 que se cotiza en relación con su productividad. La mujer-grítelo usted por ahí, porque a lo mejor al– guno lo necesita-es mucho más que eso; es mucho más que ese objeto de moda que se arrincona una vez pasada la temporada. El catolicismo entiende así las cosas. Y esos arreglos-estilo persa-los rechaza de plano. El matrimonio, según un postulado elemental en nuestra religión, es indisoluble. Esto es difícil de entender, y aún debe de ser más difícil de vivir. Pero siempre será más hu– mana la postura católica que la pagana, autorizando la ruptura matrimonial por cualquier causa. En todo caso, es una triste gracia que a una mujer se la desprecie porque

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