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46 SUCEDIÓ EN LA TIERRA de los que llevan muchos años en él. Pero independiente– mente de la conducta práctica que se adopte frente a esa verdad, esto es así: el matrimonio supone una reducción respetable en el margen de libertades que todo hombre po– see naturalmente. Y procede darse cuenta de esto. Lo con– trario es mantener perennemente establecida una cabeza de puente por donde se cuelen en el hogar todas las discu - siones posibles; ustedes conocen su hogar, conocen otros muchos hogares: ¿no opinan que esto que acabo de decir es verdad? El marido debe ser consciente-sobre todo él-de que su libertad de movimientos, y en general de vida, ha quedado restringida por el matrimonio. Desde que es hombre casado debe tener el convencimiento de que no cuenta exclusiva– mente su libertad; existe también la voluntad, los deseos, de aquella mujer que eligió para compañera; y con la vo– luntad de ella debe contar siempre. Por lo menos en cris– tiano--y en sentido común también-, así son las cosas. E insisto; yo no pienso mal de nadie. No me refiero aquí al freno de una libertad que tuviera por objeto algo pecaminoso, tal, un flirteo fácil mantenido al margen de la propia esposa. No; nada de eso. Me refiero a la simple, y amoral, libertad de movimientos. A ésta apunto, y de ella digo que no es la misma fuera que dentro del matri– monio. Y, además, quiero subrayar que no hago al afirma:· lo que queda dicho una observación ful e intrascendente. Todo lo contrario: es de largo alcance y con un campo vas– tísimo de aplicaciones. El hombre que se casa debe estar convencido, pues, que si el matrimonio le ha reportado muchas ventajas, le ha traído también, de rechazo, la muerte para una parte res– petable de sus libertades; una muerte todo lo dulce que se quiera, pero al cabo, muerte. Y la mujer, esposa, también debe estar convencida de que su estado es de dependencia; aunque también para ella este convencimiento no resulta muy agradable que digamos. No es fácil que encaje sin estridencias su nueva soledad: a las ocho de la tarde no podrá irse de tertulia con las amigas; no, porque a esa hora regresa el marido de sus quehaceres y es justo que la encuentre a ella en casa. ¡Ten– drá que depender en tantas cosas la mujer que se casa! Tendrá que resignarse a estarse en casa a horas que no 1;l apetece, tendrá que renunciar a reuniones que frecuentab11.

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