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PADRES. MADHES. ESPOSOS 45 las mujeres, naturalmente; pero sobre todo para lo¡, nom– bres ... , ¿no creen ustedes? Ella es su mujer; sí, claro, no faltaba más; ella es su mujer, la mujer que usted escogió; literal, realmente, es verdad: esa mujer es suya. Ahí están confirmándolo las viejas palabras bíblicas de todos conocidas. La esposa es del esposo, es... "su mujer". Pero también lo otro es verdad: el esposo es de la esposa. Cabe aquí, acomodándolo convenientemente, el viejo adagio que inventaron nuestros orgullosos castellanos del 1500: "Tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando." Que es, para nuestro caso, esto otro: la esposa del esposo y el esposo de la esposa. Pero esto segundo yo creo que debería ser subrayado con más fuerza que lo primero. Las razones ustedes las adivinan sin que yo se las mencione expresamente. Bueno; eso me parece a mí. De todas formas, y sin comparaciones siempre odiosas, resaltemos la doctrina en general; en resumen: ahí están las palabras gráficas de San Pablo que lo compendian perfec– tamente: "Y serán los dos, una carne"-escribió el gran Apóstol-. Y cabe añadir: "Y sobre todo un espíritu." Pero, amigos, realizar prácticamente este pensamiento es difícil, ¡ digo yo! Y me parece que no ando del todo des– pistado. Vean; les ofrezco-entre las muchas que podría es– coger-una ramificación dolorosa que late en el pensamien– to que acabo de apuntar. A mí me gustaría hacer una encuesta sobre esto; me gustaría saber cuántos hombres, cuando van al matrimonio, se percatan de la reducción que supone ese paso para su libertad. Un joven, por ejemplo, está acostumbrado a su vida de amigos, de bar, de casino, de ... , ¡ancha es Castilla! Yo no sé; pero me temo que ese joven, y muchos novísimos esposos con él, no hayan pensado sufi– cientemente que el matrimonio reduce en muchos kilómetros esas fronteras de su Castilla. Por lo menos las debe reducir. Aquellas alas de la juventud no comprometida sufrieron un tajo respetable con la ceremonia de la boda; aquel desen– fadado alternar, aquel descuidado horario de llegada a casa, aquel depender de un levísimo permiso de papá-o de an autopermiso a secas-, todo eso debió desaparecer con el matrimonio. Y ello para siempre. Y yo, digo, tengo mis dudas.sobre el convencimiento que de esta verdad elemental tengan muchos de los que van al matrimonio ... , y algunos

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