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SUCEDIÓ EN LA TIERRA son esposos. Probablemente llegarán también a ser padres. Padres y esposos..., ¡ahí es nada!, que diría algún castizo. Como padres, deberán tener hijos, deberán educar a esos sus hijos, deberán... ¿Cuántas cosas está obligado a hacer un hombre que es padre? Y luego, esposo. O esposa. Y lo que hay que brujulear pa– ra mantener la aguja de la vida matrimonial señalando una temperatura aceptable es indudablemente mucho. Es vida sobrenatural. Es también carácter. Y en un grado no peque– ño, sentido común. Son muchas cartas-sobrenaturales y hu– manas, corporales y espirituales-las que tienen que barajar los esposos para que el juego matrimonial resulte denso y llevadero. Pero aunque muchas, deben saber jugarlas. Están lanzados-se lanzaron ellos-al mar, y deben saber bracear para mantenerse a flote decorosamente. En fin, que ser padre-esposo es-la palabra debe ser me– dida en todo su alcance-una auténtica aventura. Algunos capítulos de esa inefable aventura quedan apuntados en las líneas que siguen.

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